Durante mucho tiempo se ha debatido si la monogamia es una forma natural de relacionarse. Si por natural se entiende una forma instintiva que se da en animales, la monogamia no es natural. En el artículo Monogamy vs. Promiscuity, de Natalie Angier, que se publicó el 25 de marzo de este año en The New York Times, la cifra de mamíferos monógamos reportados es de 1 a 2 %, y los etólogos más optimistas no reportan más de 5 %. Los seres humanos tampoco muestran una tendencia instintiva hacia la monogamia. Malo de Molina, sin embargo, cree que “aún persiste, pero se ha vuelto menos duradero en los últimos tiempos: antes uno estaba toda su vida con la misma pareja; hoy, podemos hablar de monogamias sucesivas porque las personas cambian de pareja varias veces a lo largo de su vida”. Aun así, para este especialista el hombre es monógamo por cuestiones racionales y no por necesidades fisiológicas o naturales. “Ser monógamo es la mejor manera de relacionarse para poder procrear y mantener un patrimonio. Es difícil tener una pareja sin pacto de fidelidad y eso lleva a la monogamia. Es lo que uno necesita para tener una vida ordenada y organizada, ya que optimiza al máximo todas las necesidades”, comenta Malo de Molina. “Por cuestiones culturales, la monogamia nunca dejará de existir, aunque esté en crisis la institución matrimonial y la pareja, prolongada en el tiempo”, asegura Horvat. Y advierte que cuando una persona termina una relación de pareja, forma otra respetando la relación monogámica. Según Pachuk, “desde el psicoanálisis, la monogamia no es posible porque se sostiene por la represión de la sexualidad. El amor, el deseo y el goce son de distinto orden y nivel. La monogamia se basa en una promesa a futuro asentada en una etapa de enamoramiento que no se puede sostener. Coincidir con eso durante toda la vida es hipotético y, de hecho, poca gente lo mantiene. En la realidad, los matrimonios duran menos y la gente se divorcia porque no puede cumplir con el pacto monogámico”. Desde la teoría de la psicología evolucionista, Resnicoff comenta: “El hombre tampoco puede ser monógamo por naturaleza ya que para asegurarse la perpetuidad de su apellido en el tiempo debe impregnar con su semilla a cuantas hembras pueda; mientras que la mujer debe cuidar sus óvulos porque nace con una cantidad limitada de ellos. Entonces, creo que podemos hablar de monogamias sucesivas: se es fiel durante un tiempo, luego las parejas se separan y vuelve una nueva unión donde se intenta mantener la fidelidad durante otro tiempo. De esta manera, podemos decir que ya no hay una monogamia hasta que la muerte nos separe, sino que es una nueva manera de entender el concepto de monogamia”. Fittipaldi señala que “la monogamia es una construcción cultural de larga data basada en una necesidad económica. En la antigüedad se necesitaba una organización productiva que permitiera labrar la tierra, y era necesario tener hijos para que esas tierras de propiedad privada pudieran ser explotadas de manera apropiada. En los años ‘60 te casabas para toda la vida, después el hippismo cuestionó las estructuras promoviendo el amor libre. Hoy, se puede decir que hay un cuestionamiento al matrimonio de larga data”.
¿Se está gestando un nuevo modelo?
Para Malo de Molina, el modelo está cambiando: “La familia ya no es un clan, sino una pareja –con pocos hijos– que no dura para toda la vida.