Más jóvenes escogen unión libre en lugar del matrimonio
Tendencia toma fuerza en ciudades y entre muchachos de clase media
Solo en Heredia y Cartago hay más matrimonios que uniones informales
Andrea Vásquez R. |
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La mayoría de los jóvenes menores de 30 años que conviven con sus parejas optó por la unión libre antes que por el matrimonio.
Datos preliminares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), indican que, el año pasado, el número de personas entre 15 años y menores de 30 en unión libre sobrepasó en 30.000 al de casadas (177.000 vs 147.000).
El 2007 fue el tercer año consecutivo en el cual las uniones informales entre jóvenes superaron a los matrimonios.
En todas las provincias –con excepción de Heredia y Cartago–, el matrimonio está relegado al segundo lugar entre los jóvenes que conviven. Mientras, en todo el país, el 70% de las personas menores de 30 años son solteras.
Luis Rosero Bixby, director del Centro Centroamericano de Población, de la Universidad de Costa Rica (UCR), explicó que en el pasado este tipo de convivencia era casi “exclusivo de grupos marginales de zonas costeras”.
En las provincias de los litorales es evidente la popularidad de las uniones: el porcentaje de jóvenes “juntados” en Guanacaste, Puntarenas y Limón dobla –al menos– al de casados.
Distintas razones. De acuerdo con Teresa Castro, investigadora española ligada al Centro de Población de la UCR y quien ha estudiado el tema de los “matrimonios sin papeles” en Centroamérica, las uniones libres se dan por motivos de distinta naturaleza.
Por un lado, existe una razón económica “tradicional” por la cual las parejas deciden convivir al margen de las instituciones.
Este es un motivo común que se mantiene desde la época colonial y su conveniencia radica en que la unión libre es barata, mientras que el matrimonio requiere de trámites y ceremonias que implican gastos para los novios.
En segundo lugar, Castro indica una motivación “moderna” de la unión, la cual refleja “un rechazo ideológico hacia la injerencia institucional en la vida privada”.
“Esta resistencia es signo de la adquisición de autonomía por parte de las mujeres”, agregó.
Olga Araya, coordinadora de la Unidad de Estadísticas Demográficas del INEC, explicó que la institución no solo incluye a las personas solteras ante la ley en la categoría de personas en unión libre, sino también a las casadas y divorciadas con otras parejas, entre otras.
Araya llamó la atención sobre los cambios en las composiciones familiares que se han dado en las últimas décadas, al tiempo que reconoció que esta transformación responde a cambios culturales. “Antes, si te ‘juntabas’ (los papás) te desconocían como hija”, dijo.
Rosero indicó que aunque la mayoría de personas que conviven sin casarse son de áreas rurales y tienen ingresos reducidos, también se ha dado un aumento en jóvenes urbanos de clase media.
Los datos de las Encuestas de Hogares del INEC revelan la tendencia: mientras entre los jóvenes “no pobres” el matrimonio disminuyó del 2001 al 2007 más de cinco puntos porcentuales, el concubinato aumentó en dos puntos.
Lo mismo ocurrió entre los jóvenes de las ciudades comparado con el 2001: bajaron en cuatro puntos aquellos que decidieron casarse y subieron en dos puntos los que optaron por la unión libre.
Normas culturales. Castro considera que es posible que esté emergiendo, en los estratos urbanos más educados, un tipo de unión consensual “moderna”, que sigue el mismo patrón observado en los países europeos.
Según Isabel Vega, coordinadora del Programa Familia y Cambio Social, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica, las sociedades modernas muestran tendencias como la secularización, cambios en las concepciones de género y un menor peso de los valores religiosos.
El grado de religiosidad de las personas en unión libre es menor al de las personas casadas, según expuso Castro.
“Sin embargo, es posible que los ‘unidos’ tengan una experiencia religiosa más ligada a vivencias personales y menos al acatamiento de las normas de la jerarquía religiosa”.
Un estudio que Castro realizó en Centroamérica en el 2000 reveló que las uniones duraban en promedio entre tres y cuatro años menos que los matrimonios.
Empero, más de un 40% de las parejas sobrepasaban los diez años de convivencia y, por lo tanto, “no se trata simplemente de un estadio transitorio en el estilo de ciclo de vida familiar”.
El sacerdote Glen Gómez, director de prensa de la Conferencia Episcopal, sostuvo que para la Iglesia es ideal construir un compromiso más fuerte con el matrimonio religioso, para tener sociedades “más afianzadas”.
En ese mismo sentido, opinó Jesús Rosales, vicepresidente de Enfoque a la Familia, quien manifestó que la mayoría de personas que escoge el concubinato parte de que existe la posibilidad de separación y que quien se casa piensa que es “para siempre”.