Juas, yo que pretendía soltar una fanfarronada del tipo “por supuesto, tengo mucha confianza en mí mismo”, y resulta que la gente escribe tochazos. Bien, allá va el mio.
Veo que ya se ha hecho la necesaria separación entre religión y Dios. Supongo que a estas alturas todos consideramos la religión un producto cultural y por tanto humano (disparidad de religiones, adecuación a los tiempos, cismas en subtipos, etc.).
Ahora bien, ¿es la idea de Dios transcultural? Lo dudo mucho. Desde los tótem, pasando por el politeísmo griego o egipcio, el panteísmo pre-budista, el monoteísmo occidental, etc, vemos que Dios ha evolucionado a la vez que lo hacíamos los humanos y que cada uno le otorga unas cualidades distintas. El que haya evolucionado no quiere decir que haya ganado en complejidad o profundidad, el Dios cristiano es bastante simple (y básico), se le equipara no obstante al manitú de los sioux, esto quiere decir simplemente que ha ido cambiando adaptándose a nuestras exigencias y experiencias, a los contextos históricos e incluso políticos.
La idea de un ser superior a nosotros, con poderes extrahumanos es bastante generalizable. Lo era más antes, cuando al ser imposible conocer los motivos de multitud de fenómenos que nos rodeaban se recurría a un ente que era su causa. Ahora la ciencia ha acorralado a Dios; su potestad, cada vez más acotada, se ha centrado en el campo de la moral. Pero incluso ahí se encuentra cada vez más disminuido. La multitud de culturas y la ganancia de perspectiva histórica que sitúa a cada moral en un lugar y unos tiempos determinados, han terminado por restar convicción a la posibilidad de una moral absoluta y correcta.
La necesidad de creer en un Dios también puede ser biológica. O pudo serlo en los primeros estadíos evolutivos.
Primero porque el ser humano requiere explicaciones de todo cuanto presencia como ya he explicado antes, y segundo porque la conciencia de ser, la conciencia de la propia existencia, implica de inmediato el conocimiento de la no existencia. El que sabe que es no quiere dejar de ser. Si la mente no genera mecanismos que palíen la ansiedad que genera esta circunstancia, el ser inteligente puede no encontrar motivos para existir o perpetuar la especie.
Sin embargo, este mecanismo sólo sería útil en las fases iniciales de la inteligencia, ya que su propio avance le pone fin. La mayor inteligencia implica mayor control sobre el medio y todo lo que le rodea y menor nivel de instintos lo que finalmente provocará una aceptación de la no existencia, pues quien no existe no es consciente de ello (¡no existe!).
Este planteamiento biológico es muy básico, a nivel de los primeros homínidos, pero es genéticamente viable que su influjo haya llegado en mayor o menor medida hasta la actualidad.
Otros hablan de Dios como consecuencia psicológica, pero sería irse mucho por las ramas y ya me estoy extendiendo. Básicamente: Dios sería la transfiguración del padre que concebimos en nuestra infancia. Una figura protectora, superior y todopoderosa cuya existencia nos consuela y nos tranquiliza.
Y otros muchos como imperativo cultural a mentes jóvenes y manipulables que son capaces de creer en reyes magos.
En definitiva, Dios no existe. Las religiones sí existen y son un producto cultural. El ser humano es capaz de elegir por sí mismo, sin enmascarar su decisión tras un cúmulo de imprecisos dogmas. Tenemos (tienen algunos) una extraña necesidad de creer en algo superior a nosotros mismos y nada hace pensar que esta necesidad sea un designio divino, entre otras cosas porque no es universal. Y Freud es un pervertido.
Saludos divinos