Elemento fundamental de la decoración de interiores de los ecomisántropos, a los que alguien con deliciosa mala baba llama los "fundambientalistas", las tiendas de herbolaria y otros espacios más o menos religiosos es un cartel con la "Carta del Jefe Seattle". Esos carteles, en España, generalmente se pueden adquirir en mercadillos ambulantes, en puestos regenteados por astutos indígenas ecuatorianos, bolivianos y peruanos que, sabiendo que su cultura no tiene tanto gancho entre las clases medias "ecológicamente concienciadas", se disfrazan de sioux, apaches, piesnegros, algonquinos, dakotas, hopi, iroqueses o cualquier otra de las más de 50 1tribus de indígenas norteamericanos para escalpar a sus ingenuos clientes, aprovechando su difusa conciencia de culpabilidad.
Las páginas Web del autoproclamado "movimiento ecologista" suelen albergar una copia de este venerado texto. Puede verla en Veoverde, en la página del Colectivo Ecologista Guelaya de Melilla, en la página de los amables muchachos de Terrorismo ambiental (¡tira palante!) que en un rapto de sinceridad llama al documento "uno de los más preciados por los ecologistas", lo cual se confirma con la aparición de la carta en Ecopolítica, en el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales y en enemil sitios más de newage, misantropía, autoflagelación y pseudoecología (1).
Supongo que para este momento, ante tantos enlaces, ya leyó usted la "Carta del Jefe Seattle". Como es evidente, resultaría asombroso que un habitante de principios del siglo XIX manejara los conceptos de ecología que expresa la carta. La extinción de las especies por acción humana no era conocida entonces, y ni siquiera había ocurrido la trágica mengua del bisonte americano que disparó la conciencia conservacionista a fines del siglo XIX.
Si esto parece desusado se debe, sencillamente, a que esta carta NO la escribió el jefe Seattle, que da su nombre a la conocida ciudad del estado de Washington.
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1) Es "pseudoecología" porque no tiene mucho que ver con la ecología, rama de la biología que, leemos en la Wikipedia, "estudia a los seres vivos, su ambiente, la distribución y abundancia, cómo esas propiedades son afectadas por la interacción entre los organismos y su ambiente". La mayoría de los activistas pseudoecológicos no podrían distinguir un blastómero de un acorazado, menos aún les interesa lo que la ciencia pueda decir sobre esos temas, sino que se ocupan, dicen y creen, de "defender el ambiente" y de paso atacar a la humanidad, lamentar todas sus actividades, evitar la extinción de animales bonitos como el panda (los animales feos tienen menos cartel) y soñar con un pasado ideal que nunca existió, una especie de utopía pastoral como las que imaginó la novela pastoril, pletórica de buenos salvajes dotados de una conciencia ecológica profundísima y totalmente intuitiva... Algo así como Avatar, que a ello debe parte de su éxito. Los verdaderos ecologistas trabajan de otro modo, y se basan en conocimientos científicos sólidos antes que en emociones baratas y moralina religiosoide.