En el corazón político de Costa Rica, la Asamblea Legislativa ha vuelto a sorprendernos, o más bien a confirmar sospechas arraigadas en el cinismo colectivo, con la reelección de Rodrigo Arias como Presidente del Directorio Legislativo para el período 2024-2025. Esta decisión, lejos de ser un acto espontáneo de democracia palpable, parece más bien el guion de una obra teatral meticulosamente ensayada detrás de las cortinas del poder.
Rodrigo Arias, hermano del también expresidente Óscar Arias, no es ajeno a los pasillos del poder, ni a las maniobras que en ellos se tejen. Por tercer año consecutivo, Arias se asegura la presidencia.
La estructura de este nuevo directorio plantea interrogantes no solo sobre la autenticidad del proceso electoral dentro de la Asamblea, sino también sobre la integridad de la oposición.
¿Dónde está la disidencia real cuando se necesitan contradicciones y alternativas genuinas para enriquecer el debate político?
La respuesta parece esconderse en las mismas sombras que acogen los acuerdos pre-electorales.
Este espectáculo de "democracia" orquestada ha resonado con un eco de inevitabilidad. Pareciera que la pluralidad es simplemente una fachada para los acuerdos a puerta cerrada, donde se predeterminan los roles sin considerar mayormente la voz del electorado ni la transparencia que debería guiar estos procesos. En una jugada maestra de ajedrez político, las piezas se mueven en un tablero donde el resultado parece estar decidido mucho antes de que el pueblo pueda siquiera intuir el juego.
Es curioso, y hasta irónico, que mientras las bancadas opositoras debieran teóricamente ejercer un contrapeso al oficialismo, en la práctica su resistencia se diluye en un mar de conformismo y conveniencia política. Esto deja a la ciudadanía en una especie de limbo democrático, donde la elección real nunca llega a sus manos, sino que se circunscribe a los acuerdos entre unos pocos.
La exclusión del partido del presidente Rodrigo Chaves del directorio legislativo es otro punto de reflexión. ¿Representa esto una estrategia de aislamiento político o simplemente una coincidencia más en el juego de poderes que es la política costarricense? A fin de cuentas, lo que se destila de estas maniobras es un panorama donde la predictibilidad se adereza con la desilusión.
La reelección de Arias podría verse como un microcosmos de una política más amplia que abarca no solo Costa Rica sino muchos países latinoamericanos, donde la democracia a veces parece más un término de conveniencia que una práctica real. Los movimientos dentro de la Asamblea Legislativa invitan a preguntarse si estamos realmente ejerciendo nuestro derecho a elegir o si estamos simplemente validando decisiones tomadas en recintos alejados del escrutinio público.
El directorio Legislativo del 2024 al 2025 por tanto queda conformado por:
Presidencia:
Rodrigo Arias Sanchez
Vicepresidencia:
Rosalía Brown Young
Primer secretario:
Carlos Felipe García Molina
Segunda secretaria:
Olga Lidia Morera Arrieta
Primera Prosecretaria:
Luz Mary Alpízar Loaiza
Segunda Prosecretaria:
Dinorah Barquero Barquero
Finalmente, la pregunta que queda flotando en el aire, densa como la humedad de un día lluvioso en el trópico, es:
¿Cuándo recuperaremos la fe en un sistema que parece diseñado para perpetuar a los mismos de siempre bajo la misma dinámica de siempre?
Mientras tanto, la ciudadanía observa, espera y, sobre todo, cuestiona.
Rodrigo Arias, hermano del también expresidente Óscar Arias, no es ajeno a los pasillos del poder, ni a las maniobras que en ellos se tejen. Por tercer año consecutivo, Arias se asegura la presidencia.
La estructura de este nuevo directorio plantea interrogantes no solo sobre la autenticidad del proceso electoral dentro de la Asamblea, sino también sobre la integridad de la oposición.
¿Dónde está la disidencia real cuando se necesitan contradicciones y alternativas genuinas para enriquecer el debate político?
La respuesta parece esconderse en las mismas sombras que acogen los acuerdos pre-electorales.
Este espectáculo de "democracia" orquestada ha resonado con un eco de inevitabilidad. Pareciera que la pluralidad es simplemente una fachada para los acuerdos a puerta cerrada, donde se predeterminan los roles sin considerar mayormente la voz del electorado ni la transparencia que debería guiar estos procesos. En una jugada maestra de ajedrez político, las piezas se mueven en un tablero donde el resultado parece estar decidido mucho antes de que el pueblo pueda siquiera intuir el juego.
Es curioso, y hasta irónico, que mientras las bancadas opositoras debieran teóricamente ejercer un contrapeso al oficialismo, en la práctica su resistencia se diluye en un mar de conformismo y conveniencia política. Esto deja a la ciudadanía en una especie de limbo democrático, donde la elección real nunca llega a sus manos, sino que se circunscribe a los acuerdos entre unos pocos.
La exclusión del partido del presidente Rodrigo Chaves del directorio legislativo es otro punto de reflexión. ¿Representa esto una estrategia de aislamiento político o simplemente una coincidencia más en el juego de poderes que es la política costarricense? A fin de cuentas, lo que se destila de estas maniobras es un panorama donde la predictibilidad se adereza con la desilusión.
La reelección de Arias podría verse como un microcosmos de una política más amplia que abarca no solo Costa Rica sino muchos países latinoamericanos, donde la democracia a veces parece más un término de conveniencia que una práctica real. Los movimientos dentro de la Asamblea Legislativa invitan a preguntarse si estamos realmente ejerciendo nuestro derecho a elegir o si estamos simplemente validando decisiones tomadas en recintos alejados del escrutinio público.
El directorio Legislativo del 2024 al 2025 por tanto queda conformado por:
Presidencia:
Rodrigo Arias Sanchez
Vicepresidencia:
Rosalía Brown Young
Primer secretario:
Carlos Felipe García Molina
Segunda secretaria:
Olga Lidia Morera Arrieta
Primera Prosecretaria:
Luz Mary Alpízar Loaiza
Segunda Prosecretaria:
Dinorah Barquero Barquero
Finalmente, la pregunta que queda flotando en el aire, densa como la humedad de un día lluvioso en el trópico, es:
¿Cuándo recuperaremos la fe en un sistema que parece diseñado para perpetuar a los mismos de siempre bajo la misma dinámica de siempre?
Mientras tanto, la ciudadanía observa, espera y, sobre todo, cuestiona.
