—En las conversaciones entre ustedes, ¿cómo se referían a eso?
—
El vuelo.
—¿El vuelo?
—Se le llamaba un vuelo. Era normal, aunque en este momento parezca una aberración. Así como Pernías o Rolón dijeron a los senadores que el tema de la tortura para sacar información al enemigo era lo que se había adoptado en forma regular, esto también. Dentro del esquema, metidos en la guerra que estábamos convencidos de estar librando, era una de las metodologías.
[...]
—Descríbame cuál fue el paso siguiente.
—Fui al sótano, donde estaban los que iban a volar. Abajo no quedaba nadie. Ahí se les informó que iban a ser trasladados al sur y que por ese motivo se les iba a poner una vacuna. Se les aplicó una vacuna... quiero decir una dosis para atontarlos, sedante. Así se los adormecía.
—¿Dosis de qué?
—No sé. Una inyección.
—¿Quién la aplicaba?
—Uno de los médicos que estaba destinado allí.
—¿Un médico naval?
—Sí.
[...]
—¿Cuál era la reacción de los detenidos cuando les decían de la vacuna y del traslado?
—Estaban contentos.
—¿No sospechaban de qué se trataba?
—Para nada.
—¿En qué lapso se empezaron a atontar por el efecto de la droga?
—Corto.
—¿Durante el viaje?
—No, antes de salir.
—El camión iba en columna...
—... con otros vehículos de custodia. Iban tipo zombie.
—Pero podían moverse para subir al avión.
—El cuestionario este es medio macabro, o totalmente macabro. Es un hecho real y concreto. Si usted quiere que se lo relate yo se lo relato.
—Es ineludible. Usted lo menciona en la carta a Videla.
—Porque es la verdad, lo que pasó. ¿O tiene alguna duda?
—Ninguna. ¿Podían subir al avión caminando a pesar de la droga?
—No. Había que ayudarlos.
—¿No tenían conciencia de lo que estaba pasando?
—De eso no tengo ninguna duda. Nadie tenía conciencia de que iba a morir.
—El hecho de haber recibido lo que creían que era una vacuna, cuando sentían que se ponían como zombies, no hacía que...
—No, no, no.
—El vuelo despegaba de Aeroparque. ¿Cómo sigue?
—No tengo ganas de seguir contando.
—¿Por qué no quiere seguir?
—Porque no. La próxima vez.
[...]
Dos vasos de whisky hasta el tope fueron su ración al regresar del primer vuelo. Los apuró de un trago y durmió hasta el día siguiente. Descubrió que esa medicina era más consoladora que las palabras del capellán naval. Pero tampoco lo embrutecía lo suficiente. Más adelante dejó el alcohol por los psicofármacos. Con whisky o lexotanil, lo más difícil era pasar las noches. Al dormirse revivía el vuelo. Mientras arrojaba los cuerpos desnudos por la portezuela pisaba en falso y caía. Aquel día de 1977 un tripulante alcanzó a sujetarlo. Pero al dormirse el vacío lo devoraba. Antes de tomar contacto con las aguas del mar se despertaba.
Horacio Verbitsky, "El Vuelo"
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Solo voy a volver,
siempre me vas a ver,
y cuando regrese de este vuelo eterno,
solo verás en mí,
siempre a través de mí,
un paisaje de espanto así...