Postdata: mi voto es para vos.
Dejé mi habitación y caminé hacia la playa, tu playa. Creí reconocerte y caminé hacia donde vos estabas. Eras vos. Eran las 5:41 de la tarde. La Tierra estaba terminando de darle la espalda al sol, vos estabas observando de cerca el mar y las olas, sola, sin que éstas alcanzaran a besar los dedillos de tus pies. Hacía tanto no te veía, eones habían pasado. Ya éramos más viejos, más sabios y más extraños el uno para el otro. Volteaste hacia mí. Entonces nos vimos y, nuevamente, nos miramos, y las olas ya alcanzaban tanto tus piececillos como los míos. Nostálgicas sonrisas adornaron nuestros lindos rostros. No importó la extraordinaria casualidad; el susurro del agua y el viento calmaron toda duda. Uno extendió primero sus brazos, el otro terminó la faena y el nexo se dilató hasta perderse en la negrura de la noche. Ninguno se explayó: no hubo letra que se vocalizara, ningún discurso fue articulado. Había solamente arena, agua, cielo, vos y yo. Gobernó la serenidad en nuestros corazones, y algo más, pero ante todo paz. Entonces desperté.