En un mundo donde la ironía parece ser el pan de cada día, nos topamos con una situación que podría competir con la mejor sátira política. La Oficina de las Naciones Unidas en Costa Rica ha instado a los diputados a declarar al país libre de exploración y explotación de petróleo y gas, un gesto que, a primera vista, aplaudiríamos por su compromiso con el medio ambiente.
Sin embargo, no podemos pasar por alto el detalle picante de este asunto: la ONU recibe financiamiento sustancial de países que, casualmente, son grandes exportadores de estos mismos recursos. Oh, la dulce ironía.
¿Qué significa esto para Costa Rica?
Podríamos estar ante una mina de oro... o mejor dicho, una mina de gas natural, que podría ser la respuesta a muchos de nuestros dilemas económicos, incluyendo esa molesta deuda externa que nos persigue como una sombra.
Pero aquí estamos, recibiendo palmaditas en la espalda de la comunidad internacional, mientras se nos pide gentilmente que no toquemos nuestros potenciales tesoros subterráneos.
¿Es esto una muestra de doble moral?
¿O simplemente la ONU buscando preservar uno de los pocos paraísos naturales restantes, a costa de la prosperidad costarricense?
Nos enfrentamos a un dilema digno de un drama shakespeariano: ser o no ser... exportadores de gas natural, esa es la cuestión.
Mientras tanto, en el Congreso, la balanza política se inclina, las mociones vuelan y Costa Rica se balancea en la cuerda floja de su futuro energético y económico.
¿Optaremos por la corona verde del liderazgo ambiental o por la tentadora promesa de una economía revitalizada?
Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: la comedia (o tragedia) política está lejos de bajar el telón.
Sin embargo, no podemos pasar por alto el detalle picante de este asunto: la ONU recibe financiamiento sustancial de países que, casualmente, son grandes exportadores de estos mismos recursos. Oh, la dulce ironía.
¿Qué significa esto para Costa Rica?
Podríamos estar ante una mina de oro... o mejor dicho, una mina de gas natural, que podría ser la respuesta a muchos de nuestros dilemas económicos, incluyendo esa molesta deuda externa que nos persigue como una sombra.
Pero aquí estamos, recibiendo palmaditas en la espalda de la comunidad internacional, mientras se nos pide gentilmente que no toquemos nuestros potenciales tesoros subterráneos.
¿Es esto una muestra de doble moral?
¿O simplemente la ONU buscando preservar uno de los pocos paraísos naturales restantes, a costa de la prosperidad costarricense?
Nos enfrentamos a un dilema digno de un drama shakespeariano: ser o no ser... exportadores de gas natural, esa es la cuestión.
Mientras tanto, en el Congreso, la balanza política se inclina, las mociones vuelan y Costa Rica se balancea en la cuerda floja de su futuro energético y económico.
¿Optaremos por la corona verde del liderazgo ambiental o por la tentadora promesa de una economía revitalizada?
Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: la comedia (o tragedia) política está lejos de bajar el telón.