¿Por qué no volvemos al tema original? Les voy a relatar, muy resumido, lo que expone el historiador mexicano José Manuel Villalpando (en su obra La Virgen de Guadalupe, una biografía, México D.F., Editorial Planeta, 1ª edición, 2004, 208p.) sobre el tema.
El documento más antiguo que se conoce, el Nican mopohua, escrito entre 1552 y 1560, en lengua náhuatl, habla de que Juan Diego “vio una señora”. La conversación entre ellos se dio en náhuatl, por lo que no se sabe a ciencia cierta las palabras que se dijeron, ni como se identificó la “señora”.
Lo que si se sabe es que no necesariamente fue Guadalupe, tal y como lo interpretó el obispo de México, fray Juan de Zumárraga, influenciado por la existencia de una Virgen en España, sino que se cree que fue Tequantlanopeuh o Tequantlaxopeuh, lo que a los oídos del obispo sonó a Guadalupe.
Ya desde 1556, el superior de los franciscanos en México, fray Francisco de Bustamante, denunció que la imagen de la Virgen la había pintado Marcos, un indio pintor.
Otro dato importante es el silencio de Zumárraga, el obispo que se supone fue testigo del “milagro” de Guadalupe, quien en ningún documento escrito (informes, cartas, testamento) hace la más mínima relación del suceso. En la Historia de los Indios de la Nueva España, escrita por fray Toribio de Benavente, contemporáneo de Zumárraga, tampoco se hace alusión alguna.
El cerro del Tepeyac, donde se apareció la Virgen, era un antiguo centro de peregrinación prehispánico. Fray Bernardino de Sahagún, en 1577, en su Historia General de las Cosas de la Nueva España, relata como en ese sitio se le rendía culto a la Madre de los Dioses: Tonantzin. Ahora en el Tepeyac, se le rinde culto a la Madre de Dios: María de Guadalupe. Otro ejemplo del sincretismo católico…
En 1979, los científicos de la NASA Jody B. Smith y Philip S. Callahan, utilizando fotografía infrarroja, demostraron que la Virgen estampada consta de dos partes: una imagen original y una serie de añadidos, retoques y deformaciones. La imagen original consiste en una túnica rosa, un manto azul, las manos y el rostro. Todo lo demás son añadidos pintados. Estos estudios aún nadie los ha podido rebatir.
Además, en 1980, el historiador guadalupano Roberto Franyutti, demostró que el rostro había sido retocado entre 1923 y 1930, aportando como prueba de ello fotografías de esos años.
En 1982, Monseñor Guillermo Schulemburg, abad del santuario guadalupano, encargó al experto en restauración y conservación de arte, José Sol Rosales, un estudio científico de la Virgen, concluyendo que efectivamente fue pintado. El lienzo fue preparado por el pintor, y tiene huellas del pincel. Igualmente, avaló los estudios de Franyutti.
En 1999, el Cardenal Rivera Carrera contrató un arqueomicrobiólogo, el Dr. Leoncio Garza-Vadés, que confirmó las conclusiones de Sol Rosales. Determinó entre otras cosas que la tilma de Juan Diego es de cáñamo, que no es de origen mexicano, sino español, material usado en el siglo XVI para hacer las velas de los barcos.
Garza-Valdés descubrió tres imágenes, superpuestas una a otra. La más antigua, ostenta una fecha, “1556” y unas iniciales, “MA” que pueden significar “Marcos Aquino”, el artista indígena a quien los franciscanos le atribuyeron la autoría de la pintura.
Finalmente, el dato más interesante es que el propio abad del santuario guadalupano, cargo que ejerció por más de 30 años Monseñor Guillermo Schelemburg, quien además ha dedicado su vida al estudio de la Guadalupana, se opuso a la canonización del indígena Juan Diego, afirmando que no existe prueba histórica alguna de su verdadera existencia. Por supuesto que fue destituido de tan importante cargo…