Ok acá aporto mi granito de arena, contado por boca del involucrado. Lo voy a narrar en primera persona para hacerlo más divertido, tal y como él me lo contó.
Resulta que yo, "Don Fernando", tengo una esposa que, en ese tiempo, levantaba pesas e iba al gym 5-6 veces por semana, cinco hijas pequeñas y pocos escrúpulos. Normalmente salía, iba a tomarme unas birras, comerme unas boquitas y pegarme una bailadita. Si salía algún lance, pues no lo desperdiciaba.
El problema fue que en uno de tantos bailoteos y tarreríos, conocí a una mujercita que sí me gustó de verdad. Empezamos a andar, nunca le mentí acerca de mi condición, pero un regalito por aquí y un regalito por allá, hicieron que las murallas de Jericó poco a poco fueran cayendo, como quien dice, "cuando la plata aprieta, la vergüenza afloja" jajajaja. Al principio, mi rutina no se afectó mucho, salía igual, llegaba tarde igual y todo era parecido. Pero la doña empezó a sospechar cuando un día se montó al carro y le llegó un olor medio pachulíoso del cinturón de seguridad, luego un detallito por acá, una llamadita por allá, etc... En ese tiempo no habían celulares, al menos no como ahora y era difícil tener una comunicación eficiente con 3 mujeres en la casa vigilando (mi esposa y las hijas que se daban cuenta de la vara).
La cosa es que un día quedo con la mujercita en ir a perdernos por ahí, ella ponía al hermano a llamarme a la casa y cuando yo contestaba, ella me hablaba. Yo le dije, "Esperáme, llego como a las 3" y listo. Cuando voy a ver donde estaba mi doña, me dice la empleada que "La señora salió hace poco a ver a la mamá" y bueno, yo pensé que era mucho mejor así, de esa manera no corría peligro de que me viera salir muy chaineado y perjuma'o. Me puse mi mejor ropa y así bien "catrín", me fui como Will Smith, "en búsqueda de la felicidad..." :-o
Me monté al carro, un Corolla ochentero Station Wagon (en ese tiempo no era un gajo, era casi del año) con aire acondicionado, aritos de lujo, la cajuela incorporada y un súper radio FM que sonaba como si tuviera cucarachas dentro. Paso por la mujercita, besito viene, besito va, le pregunto el típico "¿A dónde vamos?" y ella con mucha iniciativa, me dice "Diay lléveme a Sanfra, a donde siempre" y yo, pues, bien obediente, me dispuse a darle gusto a la dama. Agarro la concebida ruta, Plaza Víquez, Colegio de Abogados, Iglesia de Zapote (ambos nos persignamos al pasar), subo a Curri, me devuelvo un poco (tenía una amistad por la entrada de Sanfra, por eso entraba desde Curri) y llego a Café Volio, donde se abren poco a poco los centros sociales que algunos llaman "Moteles" de forma despectiva, como si ellos no cogieran...
En fin, me encomiendo a todos los santos para que no pasar ningún carro conocido, pongo la direccional delatora y espero que pasen los carros. Yo toco la palanquita de la direccional y fue como si automáticamente estuviera conectada a una pierna, que pasa de la parte de más atrás del carro a los asientos. Una pierna musculosa, morena, con tenis y de seguido medio veo la familiar cabellera de colochos de MI ESPOSA. Y digo medio veo, porque no había terminado mi cerebro de procesar la imagen, cuando el primer pichazo ya me nublaba la vista, directo a la sien. Y en eso, los gritos, gritaba ella, gritaba yo, gritaba la pobre mujercita que había caído presa de los golpes, ¡Y que golpes, carajo! Iban y venían por todos lados, como si estuviera peleando con cinco boxeadores y no solo con una dama. Pichazo viene, pichazo va, gritos por todos lados, los carros se detienen, yo trato de moverme a un lugar más desapercibido, mi esposa me agarra la mano con una garra como de avestruz y del mismo movimiento la llave accidentalmente se quiebra dentro del carro (para que calculen la fuerza y lo caótico de la situación). En medio de esa parafernalia de gritos, golpes, manazos, patadas, arañazos y yo todavía juro que hasta mordiscos (tenía una marca medio extraña en el brazo), la mujercita logró soltarse de la fiera y me dejó a mi solo en desigual combate. Me pareció que el miedo le dio alas, porque a los 3 segundos ya estaba como a los 50 metros de distancia, con los pies en polvorosa, cual Usain Bolt. :-?
En eso, ¡Pum! Se oye la sirena de una patrulla, mi esposa se calma un poco, salen los policías y me dicen a mi "Salga del carro, por favor, tenemos una llamada porque usted está golpeando a una mujer" y yo, de 1,65, con los dientes aflojados, la camisa rota y aruñado y magullado, salgo del carro, del otro lado, sale mi esposa, con todo su 1,80 y cuerpo halterofílico, acomodándose el cabello y les dice a los policías "Ya terminé con este gran hijueputa". El policía me vuelve a ver, me sonríe con esa lástima con la que vemos un cordero llevado al matadero y le dice "MUY BIEN, señora..." (¿Muy bien? Que putas!!?? Yo con el mascadero al revés) y listo, tuve que llamar a un cerrajero para que extrajera la llave y a mi hermano para que me trajera la copia. ¿Y que hice? Pues obvio! Me fui directamente para la casa de la mujercita, a ver si había sufrido algún daño serio y tantear si podía seguir comiendo ahí. Extrañamente no quiso salir de la casa y me dijo que me olvidara de ella. A ella, nunca la volví a ver, y a la fiera... Bueno, acá le llevo flores, porque hoy cumplimos 32 años de casados...