Después de haber pasado casi un año de no tomar licor, más por una promesa que por convicción propia, comenzó nuevamente a catar el amargo sabor de unas Toñas compradas en uno de los tantos super de chinos que existen por su casa.
Se sentó en la vieja silla mecedora que había heredado del inquilino anterior, y se dispuso a sacar del bolsillo del pantalón la punta de coca compró el día anterior. Nunca antes había jalado perico, pero tampoco nunca antes había sentido lo que estaba sintiendo.
Buscó algo con que picar y vio que lo único que podía utilizar era la tarjeta de crédito que le enviaron por correo días antes de recibir el aguinaldo, habiendo dispuesto todo para darse el primer pase recordó cómo era que lucia la bella fas de aquel que lo hizo sentir lo que ningún otro había logrado jamás, recordando su cabello, sus mejillas, sus ojos, sus labios. Sus labios, que eran bellos y perfectos, predispuestos para besarlo y decirle palabras que manaran desde el fondo de su alma, decirle que solamente él era todo en su vida.
Volvió a mirar a un lado y encontró una foto suya, ahí aparecían juntos, se notaba en los ojos de ambos el vínculo que los unía, y que ahora estaba reducido a nada por causa de esa mujer, la tomó y puso un par de líneas en ella e inhaló. Ya nada había que hacer, su hijo no volvería. Había muerto. Había muerto, como hace casi un año antes había muerto también su matrimonio.
Se sentó en la vieja silla mecedora que había heredado del inquilino anterior, y se dispuso a sacar del bolsillo del pantalón la punta de coca compró el día anterior. Nunca antes había jalado perico, pero tampoco nunca antes había sentido lo que estaba sintiendo.
Buscó algo con que picar y vio que lo único que podía utilizar era la tarjeta de crédito que le enviaron por correo días antes de recibir el aguinaldo, habiendo dispuesto todo para darse el primer pase recordó cómo era que lucia la bella fas de aquel que lo hizo sentir lo que ningún otro había logrado jamás, recordando su cabello, sus mejillas, sus ojos, sus labios. Sus labios, que eran bellos y perfectos, predispuestos para besarlo y decirle palabras que manaran desde el fondo de su alma, decirle que solamente él era todo en su vida.
Volvió a mirar a un lado y encontró una foto suya, ahí aparecían juntos, se notaba en los ojos de ambos el vínculo que los unía, y que ahora estaba reducido a nada por causa de esa mujer, la tomó y puso un par de líneas en ella e inhaló. Ya nada había que hacer, su hijo no volvería. Había muerto. Había muerto, como hace casi un año antes había muerto también su matrimonio.