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Si no les da pereza leer
¿Existió Juan Santamaría?
Dudas sin asidero Pese a opiniones contrarias, está probada la existencia del héroe del mesón
IVÁN MOLINA JIMÉNEZ | [email protected]
En los últimos años, al aproximarse la conmemoración del 11 de abril, ha vuelto a ponerse en duda la existencia de Juan Santamaría. Probablemente, esta tendencia se relacione con los avances experimentados por el conocimiento histórico en las últimas dos décadas, que han mostrado la importancia que tuvo la guerra contra William Walker (1856-1857) en la construcción de la nación costarricense.
De esa manera, al exponer los historiadores cómo y por qué, a finales del siglo XIX, Santamaría fue convertido en el héroe nacional de Costa Rica por los políticos e intelectuales liberales, hay quienes suponen que Santamaría mismo es una invención. Por ello, resulta útil retornar a las fuentes de una polémica que se ha prolongado por más de un siglo.
Tradición popular. El 19 de noviembre de 1857, Manuela Carvajal, madre de Santamaría, presentó al gobierno (entonces encabezado por Juan Rafael Mora), una solicitud de pensión, en la que indicó que su hijo había muerto en la batalla de Rivas mientras le prendía fuego al mesón. El 24 de noviembre, el Poder Ejecutivo aprobó la petición.
La rapidez con la que se resolvió sugiere que los hechos descritos eran suficientemente conocidos como para que el estudio de la solicitud no se demorase. Sin embargo, tanto la petición de la madre de Santamaría como la resolución del gobierno sólo fueron localizadas y publicadas en 1900 por Anastasio Alfaro.
En contraste, la primera vez que se mencionó a Santamaría en una actividad oficial fue el 15 de septiembre de 1864, cuando el gobierno de Jesús Jiménez solicitó a un exiliado neogranadino, José de Obaldía, pronunciar un discurso a propósito de la conmemoración de la independencia de Centroamérica. Al final de su exposición, Obaldía se refirió a la batalla de Rivas y a Santamaría.
La pregunta que surge aquí es: ¿cómo se enteró Obaldía de Santamaría y de su participación en la quema del mesón? No pudo ser por los partes y las crónicas de la batalla entonces existentes pues –como lo demostró Carlos Meléndez– en esos textos se resalta únicamente a los oficiales. Por tanto, todo indica que la fuente de Obaldía fue una tradición oral popular. Como lo expresó el tinterillo que redactó la solicitud presentada por Carvajal en 1857, el acto de Santamaría es “público y notorio”.
En 1887, el historiador guatemalteco Lorenzo Montúfar fue el primero en poner en duda la acción de Santamaría, cuando los políticos e intelectuales liberales ya habían puesto en marcha el proceso para convertir a Santamaría en el héroe nacional costarricense.
Ante el desafío de Montúfar, la respuesta de la Municipalidad de Alajuela fue levantar, en 1891, una información entre excombatientes de la batalla de Rivas. Ella confirmó que Santamaría había muerto tras prenderle fuego al mesón; pero tal documento inspiró cierta desconfianza pues –como lo señaló el historiador Rafael Méndez–, en esa información, las preguntas sugerían las respuestas.
Dudas. En 1901, un extranjero llamado Julio Sanfuentes afirmó que el acto heroico atribuido a Santamaría era una invención y, en 1926, el diputado y político reformista Jorge Volio calificó ese acto de “mito”. La respuesta a estas palabras fue la publicación de El libro del héroe , también en 1926.
Esa obra, editada por Luis Dobles Segreda, incluye el acta de bautizo de Santamaría (publicada originalmente en 1891 junto con la información levantada por la municipalidad de Alajuela), la solicitud de pensión de su madre, la aprobación de ese pedido, la información levantada por la Municipalidad de Alajuela en 1891, y varios testimonios y estudios adicionales, aparte de algunas piezas literarias.
Entre los estudios, destaca uno de de Eladio Prado. Él menciona que, según un censo militar de noviembre de 1856, en Alajuela había cinco personas llamadas Juan Santamaría (dicha fuente fue “redescubierta” en 1932 por el historiador Ricardo Fernández Guardia y, en 1958, por el abogado Óscar Chacón Jinesta). El dato aportado por Prado era una respuesta a otra dimensión de la polémica sobre Santamaría.
En un libro de defunciones elaborado presumiblemente en 1857, el capellán del ejército costarricense Francisco Calvo anotó a un Juan Santamaría, soltero, de Alajuela, quien murió del cólera. No es claro cuándo se conoció por vez primera este documento, pero veamos una declaración de 1926 del médico Rafael Calderón Muñoz (padre de Calderón Guardia). En ese año recordó que, cuando él era un joven estudiante (¿decenio de 1880 ó de 1890?), preguntó a Calvo por esa partida de defunción, y su respuesta fue que quien murió del cólera fue otro Juan Santamaría.
Esa aclaración y los datos de Prado abrieron la posibilidad de que fuese otro Juan Santamaría quien falleció del cólera. No obstante, en 1932, Víctor Manuel Sanabria (futuro arzobispo de San José) publicó un resumen del documento elaborado por Calvo y respaldó la validez de la partida de defunción ya comentada.
Además, Sanabria puso en duda que Santamaría hubiese estado presente en la batalla de Rivas, pese a que, en un artículo publicado en 1912, Anastasio Alfaro ya había aportado pruebas de que sí estuvo.
Prejuicios endebles. El efecto de esta dimensión de la polémica dejó huella en las obras de Rafael Obregón Loría, el gran historiador de la Campaña Nacional, en las que da por un hecho que Santamaría prendió fuego al mesón, pero no que muriera en el cumplimiento de esa tarea.
El capítulo más reciente sobre la polémica acerca de si uno de esos Santamaría murió al incendiar el mesón, ha sido escrito por el historiador Rafael Méndez. En una tesis de licenciatura defendida en la Escuela de Historia de la Universidad Nacional en 1993, y recientemente publicada por la EUNED, Méndez dio a conocer una información sobre la batalla de Rivas, levantada en 1891 por la Secretaría de Guerra, en la cual no hubo manipulación de las preguntas.
El resultado es de sumo interés ya que no todos los entrevistados afirman haber presenciado el acto de Santamaría. Sin embargo, los que sí lo hacen confirman su muerte en la batalla de Rivas. Además, Méndez localizó un acta elaborada por la Secretaría de Guerra de los fallecidos en abril y mayo de 1856: allí aparece un Juan Santamaría. No se indica de qué murió, pero su nombre figura a la par de otros que, de acuerdo con la información disponible, murieron en la batalla de Rivas.
En síntesis: pese a las diferencias de detalle, existe una sólida tradición oral que parte de la solicitud de la madre de Santamaría, pasa por el discurso de Obaldía y culmina en la información levantada por la Secretaría de Guerra en 1891.
Esa tradición confirma que Juan Santamaría estuvo presente en la batalla de Rivas, que fue uno, entre otros, de los que participaron en la quema del mesón, y que falleció en el cumplimiento de esa tarea.
El hecho de que todavía se ponga en duda la existencia de Santamaría, el papel que desempeñó en la quema del mesón y su muerte durante tal acto revela, en parte, el desconocimiento del debate historiográfico y de sus avances. En parte también, tales dudas indican la persistencia de arraigados prejuicios contra las tradiciones orales, de origen popular, como fuente de conocimiento.
¿Existió Juan Santamaría?
IVÁN MOLINA JIMÉNEZ | [email protected]
En los últimos años, al aproximarse la conmemoración del 11 de abril, ha vuelto a ponerse en duda la existencia de Juan Santamaría. Probablemente, esta tendencia se relacione con los avances experimentados por el conocimiento histórico en las últimas dos décadas, que han mostrado la importancia que tuvo la guerra contra William Walker (1856-1857) en la construcción de la nación costarricense.
De esa manera, al exponer los historiadores cómo y por qué, a finales del siglo XIX, Santamaría fue convertido en el héroe nacional de Costa Rica por los políticos e intelectuales liberales, hay quienes suponen que Santamaría mismo es una invención. Por ello, resulta útil retornar a las fuentes de una polémica que se ha prolongado por más de un siglo.
Tradición popular. El 19 de noviembre de 1857, Manuela Carvajal, madre de Santamaría, presentó al gobierno (entonces encabezado por Juan Rafael Mora), una solicitud de pensión, en la que indicó que su hijo había muerto en la batalla de Rivas mientras le prendía fuego al mesón. El 24 de noviembre, el Poder Ejecutivo aprobó la petición.
La rapidez con la que se resolvió sugiere que los hechos descritos eran suficientemente conocidos como para que el estudio de la solicitud no se demorase. Sin embargo, tanto la petición de la madre de Santamaría como la resolución del gobierno sólo fueron localizadas y publicadas en 1900 por Anastasio Alfaro.
En contraste, la primera vez que se mencionó a Santamaría en una actividad oficial fue el 15 de septiembre de 1864, cuando el gobierno de Jesús Jiménez solicitó a un exiliado neogranadino, José de Obaldía, pronunciar un discurso a propósito de la conmemoración de la independencia de Centroamérica. Al final de su exposición, Obaldía se refirió a la batalla de Rivas y a Santamaría.
La pregunta que surge aquí es: ¿cómo se enteró Obaldía de Santamaría y de su participación en la quema del mesón? No pudo ser por los partes y las crónicas de la batalla entonces existentes pues –como lo demostró Carlos Meléndez– en esos textos se resalta únicamente a los oficiales. Por tanto, todo indica que la fuente de Obaldía fue una tradición oral popular. Como lo expresó el tinterillo que redactó la solicitud presentada por Carvajal en 1857, el acto de Santamaría es “público y notorio”.
En 1887, el historiador guatemalteco Lorenzo Montúfar fue el primero en poner en duda la acción de Santamaría, cuando los políticos e intelectuales liberales ya habían puesto en marcha el proceso para convertir a Santamaría en el héroe nacional costarricense.
Ante el desafío de Montúfar, la respuesta de la Municipalidad de Alajuela fue levantar, en 1891, una información entre excombatientes de la batalla de Rivas. Ella confirmó que Santamaría había muerto tras prenderle fuego al mesón; pero tal documento inspiró cierta desconfianza pues –como lo señaló el historiador Rafael Méndez–, en esa información, las preguntas sugerían las respuestas.
Dudas. En 1901, un extranjero llamado Julio Sanfuentes afirmó que el acto heroico atribuido a Santamaría era una invención y, en 1926, el diputado y político reformista Jorge Volio calificó ese acto de “mito”. La respuesta a estas palabras fue la publicación de El libro del héroe , también en 1926.
Esa obra, editada por Luis Dobles Segreda, incluye el acta de bautizo de Santamaría (publicada originalmente en 1891 junto con la información levantada por la municipalidad de Alajuela), la solicitud de pensión de su madre, la aprobación de ese pedido, la información levantada por la Municipalidad de Alajuela en 1891, y varios testimonios y estudios adicionales, aparte de algunas piezas literarias.
Entre los estudios, destaca uno de de Eladio Prado. Él menciona que, según un censo militar de noviembre de 1856, en Alajuela había cinco personas llamadas Juan Santamaría (dicha fuente fue “redescubierta” en 1932 por el historiador Ricardo Fernández Guardia y, en 1958, por el abogado Óscar Chacón Jinesta). El dato aportado por Prado era una respuesta a otra dimensión de la polémica sobre Santamaría.
En un libro de defunciones elaborado presumiblemente en 1857, el capellán del ejército costarricense Francisco Calvo anotó a un Juan Santamaría, soltero, de Alajuela, quien murió del cólera. No es claro cuándo se conoció por vez primera este documento, pero veamos una declaración de 1926 del médico Rafael Calderón Muñoz (padre de Calderón Guardia). En ese año recordó que, cuando él era un joven estudiante (¿decenio de 1880 ó de 1890?), preguntó a Calvo por esa partida de defunción, y su respuesta fue que quien murió del cólera fue otro Juan Santamaría.
Esa aclaración y los datos de Prado abrieron la posibilidad de que fuese otro Juan Santamaría quien falleció del cólera. No obstante, en 1932, Víctor Manuel Sanabria (futuro arzobispo de San José) publicó un resumen del documento elaborado por Calvo y respaldó la validez de la partida de defunción ya comentada.
Además, Sanabria puso en duda que Santamaría hubiese estado presente en la batalla de Rivas, pese a que, en un artículo publicado en 1912, Anastasio Alfaro ya había aportado pruebas de que sí estuvo.
Prejuicios endebles. El efecto de esta dimensión de la polémica dejó huella en las obras de Rafael Obregón Loría, el gran historiador de la Campaña Nacional, en las que da por un hecho que Santamaría prendió fuego al mesón, pero no que muriera en el cumplimiento de esa tarea.
El capítulo más reciente sobre la polémica acerca de si uno de esos Santamaría murió al incendiar el mesón, ha sido escrito por el historiador Rafael Méndez. En una tesis de licenciatura defendida en la Escuela de Historia de la Universidad Nacional en 1993, y recientemente publicada por la EUNED, Méndez dio a conocer una información sobre la batalla de Rivas, levantada en 1891 por la Secretaría de Guerra, en la cual no hubo manipulación de las preguntas.
El resultado es de sumo interés ya que no todos los entrevistados afirman haber presenciado el acto de Santamaría. Sin embargo, los que sí lo hacen confirman su muerte en la batalla de Rivas. Además, Méndez localizó un acta elaborada por la Secretaría de Guerra de los fallecidos en abril y mayo de 1856: allí aparece un Juan Santamaría. No se indica de qué murió, pero su nombre figura a la par de otros que, de acuerdo con la información disponible, murieron en la batalla de Rivas.
En síntesis: pese a las diferencias de detalle, existe una sólida tradición oral que parte de la solicitud de la madre de Santamaría, pasa por el discurso de Obaldía y culmina en la información levantada por la Secretaría de Guerra en 1891.
Esa tradición confirma que Juan Santamaría estuvo presente en la batalla de Rivas, que fue uno, entre otros, de los que participaron en la quema del mesón, y que falleció en el cumplimiento de esa tarea.
El hecho de que todavía se ponga en duda la existencia de Santamaría, el papel que desempeñó en la quema del mesón y su muerte durante tal acto revela, en parte, el desconocimiento del debate historiográfico y de sus avances. En parte también, tales dudas indican la persistencia de arraigados prejuicios contra las tradiciones orales, de origen popular, como fuente de conocimiento.
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