Cesar
ANÓNIMO
Compañeros,
Inicio este tema como un ejercicio -- podría decirse -- filosófico sobre el asunto del libre albedrío después de la muerte.
Lógicamente, con el propósito de elaborar el argumento, asumamos como ciertas las siguientes afirmaciones:
1. El dios bíblico (Dios) existe.
2. El libre albedrío es algo dado por ese dios exclusivamente al ser humano de entre toda la creación.
3. El cielo y el infierno existen.
La pregunta sería: ¿goza el ser humano de libre albedrío después de la muerte?
El problema que veo en relación a la propuesta del libre albedrío:
1. Si se da después de la muerte, entonces los que fueran al cielo podrían hacer lo que quieran y eso implica que no tienen por qué estar alabando a Dios todo el tiempo. Los que fueran al infierno estarían privados eternamente de escoger qué hacer, por la misma naturaleza opresiva de tal lugar.
2. Si no se da después de la muerte, todo ser humano (tanto en el cielo como en el infierno) sería básicamente como un robot cuyo uno propósito sería (a) alabar a Dios o (b) sufrir ilimitadamente.
Si existe después de la muerte, no se tiene derecho a ejercerlo; si no, todo ser humano sería convertido en un autómata.
Elaboremos el tema.
Inicio este tema como un ejercicio -- podría decirse -- filosófico sobre el asunto del libre albedrío después de la muerte.
Lógicamente, con el propósito de elaborar el argumento, asumamos como ciertas las siguientes afirmaciones:
1. El dios bíblico (Dios) existe.
2. El libre albedrío es algo dado por ese dios exclusivamente al ser humano de entre toda la creación.
3. El cielo y el infierno existen.
La pregunta sería: ¿goza el ser humano de libre albedrío después de la muerte?
El problema que veo en relación a la propuesta del libre albedrío:
1. Si se da después de la muerte, entonces los que fueran al cielo podrían hacer lo que quieran y eso implica que no tienen por qué estar alabando a Dios todo el tiempo. Los que fueran al infierno estarían privados eternamente de escoger qué hacer, por la misma naturaleza opresiva de tal lugar.
2. Si no se da después de la muerte, todo ser humano (tanto en el cielo como en el infierno) sería básicamente como un robot cuyo uno propósito sería (a) alabar a Dios o (b) sufrir ilimitadamente.
Si existe después de la muerte, no se tiene derecho a ejercerlo; si no, todo ser humano sería convertido en un autómata.
Elaboremos el tema.