Ya le había visto la vagina, la vulva, el coño, la empanada, la pesuña, La V, el sapo, el conejo, la rajada, la trompuda —90 nombres para tu vagina— o como prefieran llamarla anteriormente cuando habíamos cogido, algunas veces: De color blanco cuando depilaba hasta el último de sus vellos púbicos, clítoris y labios de tamaño estándar-pequeño y de aspecto divino, lo más cercano a la perfección vaginal. Una noche me pidió que pasara mi lengua sobre su coño un rato y lo hice: No hubo baño antes y me sumergí valiente a probar ese néctar, Dios primero todo saldría bien. Empecé lamiendo de una forma particular —El Método Chinaski— y finalmente encontré su forma favorita: Entre el labio menor y mayor derecho, 0.35 centímetros del clítoris, movimientos verticales de menor a mayor intensidad.
La primera vez que le hice un oral fue por unos cuantos minutos y me quedé en su labio derecho. La siguiente vez ella me sugirió cambiar de lado: Fue lo más amargo que he lamido en mi maldita vida, realmente asqueroso. Fue tan asqueroso que casi pensé en alejarme, escupir, reclamar y por tal osadía perder el polvo de esa noche pero Chinaski no dice no a un polvo —venga aplica restricciones— de calidad y resistí la desdicha como un valiente —a veces requieres de sacrificios similares a tu favor ¿vale?— y le di otra oportunidad. La siguiente vez le sugerí un baño antes: Esta vez no podía fallar nada, iba a comerme ese coño con tantas ganas que me aseguraría los siguientes 5 polvos pero ¡joder otra vez sabía mal el mismo lado-labio y apestaba también, el desgraciado! Yo me lanzaba sobre su labio izquierdo pero no me lo permitía porque el placer estaba en el derecho, decía. Distancia para el lado endemoniado: Entre 0.25 y 0.35 centímetros del clítoris.
Así siguió para el pobre Chinaski por unas semanas y fabricaba excusas en mi mente para poder seguir adelante, como la del fluido natural que desprendía —cuando no se bañaba y yo comía— y la de esta mujer no sabía lavarse el coño. Algunas personas no saben bañarse o no creen en el poder antibacterial de los jabones o confieren poderes mágicos al agua por sí sola o creen que sus genitales no apestan. Como sea esto no se podía quedar así porque ¡yo deseaba comer con tranquilidad! Mi rendimiento empezaba a enflaquecer en tanto que 3 minutos lamiendo el corrompido lado-labio derecho parecía de no acabar: Era como ser esclavo del Maligno.
Di una última oportunidad a esa vagina —joder es que las amo— y me metí con ella a la ducha con la excusa de tocarnos un poco. Le hice un lavado minucioso, centímetro por centímetro, jabón caro, de calidad y perfumado y con movimientos especiales en su lado-labio derecho: Lavado de lujo. La ayude a acostarse en la cama, fui a por esa rica —de vista— vagina y empecé a hacer mi trabajo. Los primeros 2 minutos estuvo todo muy bien, los restos de jabón sabían inclusive mejor que el fluido de su labio vaginal derecho. Empezaba el concierto de gemidos y a los 4 —o 5— minutos volvió el mal sabor y no entendía qué pasaba, eso no podía ser. Como sea no lo soporté más y la dejé a poco —según me lo hizo saber ella— de obtener su orgasmo. Sin embargo no dije nada malo sobre el sabor-olor de uno de sus labios vaginales y solo dije que no lo resistía y debía penetrar o me detonaría la verga.
En vista del Reto sin Manuela del que seré partícipe debo buscar otros medios para calmar mi libido: Ella es un medio fijo pero no quiero bajo ninguna circunstancia enfrentarme a ese demonio maloliente y amargo que se apoderó de su labio vaginal derecho. Si alguien ha estado en la misma situación ruego por un consejo útil y a estas alturas podría intentar cualquier cosa desde un exorcismo vaginal hasta usar jabón azul. Venga ya sin bromas, quiero coger pero con ella debe haber oral y lamentablemente no concordamos en cuál lado trabajar con mi lengua.
La primera vez que le hice un oral fue por unos cuantos minutos y me quedé en su labio derecho. La siguiente vez ella me sugirió cambiar de lado: Fue lo más amargo que he lamido en mi maldita vida, realmente asqueroso. Fue tan asqueroso que casi pensé en alejarme, escupir, reclamar y por tal osadía perder el polvo de esa noche pero Chinaski no dice no a un polvo —venga aplica restricciones— de calidad y resistí la desdicha como un valiente —a veces requieres de sacrificios similares a tu favor ¿vale?— y le di otra oportunidad. La siguiente vez le sugerí un baño antes: Esta vez no podía fallar nada, iba a comerme ese coño con tantas ganas que me aseguraría los siguientes 5 polvos pero ¡joder otra vez sabía mal el mismo lado-labio y apestaba también, el desgraciado! Yo me lanzaba sobre su labio izquierdo pero no me lo permitía porque el placer estaba en el derecho, decía. Distancia para el lado endemoniado: Entre 0.25 y 0.35 centímetros del clítoris.
Así siguió para el pobre Chinaski por unas semanas y fabricaba excusas en mi mente para poder seguir adelante, como la del fluido natural que desprendía —cuando no se bañaba y yo comía— y la de esta mujer no sabía lavarse el coño. Algunas personas no saben bañarse o no creen en el poder antibacterial de los jabones o confieren poderes mágicos al agua por sí sola o creen que sus genitales no apestan. Como sea esto no se podía quedar así porque ¡yo deseaba comer con tranquilidad! Mi rendimiento empezaba a enflaquecer en tanto que 3 minutos lamiendo el corrompido lado-labio derecho parecía de no acabar: Era como ser esclavo del Maligno.
Di una última oportunidad a esa vagina —joder es que las amo— y me metí con ella a la ducha con la excusa de tocarnos un poco. Le hice un lavado minucioso, centímetro por centímetro, jabón caro, de calidad y perfumado y con movimientos especiales en su lado-labio derecho: Lavado de lujo. La ayude a acostarse en la cama, fui a por esa rica —de vista— vagina y empecé a hacer mi trabajo. Los primeros 2 minutos estuvo todo muy bien, los restos de jabón sabían inclusive mejor que el fluido de su labio vaginal derecho. Empezaba el concierto de gemidos y a los 4 —o 5— minutos volvió el mal sabor y no entendía qué pasaba, eso no podía ser. Como sea no lo soporté más y la dejé a poco —según me lo hizo saber ella— de obtener su orgasmo. Sin embargo no dije nada malo sobre el sabor-olor de uno de sus labios vaginales y solo dije que no lo resistía y debía penetrar o me detonaría la verga.
En vista del Reto sin Manuela del que seré partícipe debo buscar otros medios para calmar mi libido: Ella es un medio fijo pero no quiero bajo ninguna circunstancia enfrentarme a ese demonio maloliente y amargo que se apoderó de su labio vaginal derecho. Si alguien ha estado en la misma situación ruego por un consejo útil y a estas alturas podría intentar cualquier cosa desde un exorcismo vaginal hasta usar jabón azul. Venga ya sin bromas, quiero coger pero con ella debe haber oral y lamentablemente no concordamos en cuál lado trabajar con mi lengua.