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Wilas

Detalles que quizàs la historia no recogerà

Doy fe que el ensayo que sigue es ficticio. Que las referencias concordantes que lleva están puestas solo con la intención de crear realismo a una obra literaria que, repito, es una creación puramente ficticia y artística, sin ajuste a la realidad histórica de los hechos.


DETALLES QUE LA HISTORIA NO RECOGERÁ.

Los años setenta morían y con ellos moría también una época desordenada y loca. San José que aún conservaba matices bucólicos, era por entonces un hervidero de conspiradores. De todo el continente convergían por cientos los jóvenes, la mayoría idealistas, otros buscadores de fortuna y unos pocos simples facinerosos. Traían una sola consigna: Incendiar Centroamérica.

La pintura la había ido yo integrando a negocios más rentables, que me obligaban a un continuo desplazamiento entre países y como muchachón vano y pretencioso que era, gustaba de jactar de hazañas “glamorosas” (todavía me pasa) y de “tener más horas de vuelo que un piloto”.

Fue con la intención de encontrar un entorno adecuado para formar una familia que me instalé en San José. Como andaba unos pesos ganados en aquellas correrías, “resolví” sin saber un pito de finanzas, poner una Casa de Cambio, para que además de cambiar moneda, me sirviera de oficina para mis negocios “locales e internacionales” casi nada ¡Que les parece!

Había reservado con anterioridad unos locales al señor Dent, padre del actual banquero, en un edificio que estaba construyendo frente al Teatro Nacional y que hoy se llama “Las Arcadas”. Así que, con mi bellísima esposa, el Land Rover, los perros y las armas de caza, me instalé en la Costa Rica de Oduber “por un tiempo” a “ver que pasa”.

Bueno… a los pocos meses los negocios se multiplicaban (así eran aquellos años) abrí joyerías, líneas de importación, contraté guardaespaldas fortachones y la Casa de Cambio se volvió centro y circuito de intrigas, trafico de dinero, de pasaportes, de armas, de agentes del este, del oeste, doble agentes, conspiradores y toda la canallada que se puedan imaginar.

Por allí se drenaba el oro de Nicaragua. Joyas hermosas, finísimos filigranas, exquisitas piezas de arte religioso, todo terminaba bajo el soplete. También se cambiaban los dólares, francos, coronas y demás valores que financiaban la logística revolucionaria. La “intermediación financiera” era alta, el riesgo también. El efectivo pasaba en transferencias o Money Order s a agentes del Salvador, Honduras o Guatemala.

Se organizaba la retención y custodia de los camiones, eran madereros con carga baja de avituallamiento, que después había que canalizar hacia el norte. Las autoridades de policía tenían estricta orden de no interferir, lo que facilitaba el trabajo. En cumplimiento de lo pactado, la URSS mandó un envío pecuniario fuerte, era un pago para una de las altas autoridad de la Nación.

Un alemán… de esos con sentido de la oportunidad, Cristian Chronska, se alzó con la plata. La autoridad exigió que se repusiera el dinero y entonces… se hizo una pausa siniestra.

Treinta mil hombres se alineaban en la frontera, listos para pasar al asalto de Nicaragua. La orden dependía de ese pago. No podíamos usar los teletipos, solo disponíamos de la valija diplomática soviética. El momento era aciago, una guerra sórdida e infame se libraba desde la Tierra del Fuego hasta Guatemala. Con la estupidez de Carter podíamos estar seguro, pero ¿y si el Army se lo saltaba? Y si “El Chigûin” absorbía el golpe. De cualquier manera los hombres tendrían que pagar su tributo a los dioses de la guerra y la sangre habría de correr. La tensión era alta y para peor, un periodista despistado filtró la noticia.

La Ministra de Justicia estalló. Amenazó con procesar al tipo y al periódico, por “poner en peligro la Nación y por traición a la patria”. Desde Managua “Tacho” leyó un lacónico ultimátum y ordenó la movilización de la Guardia. La clase intelectual y política costarricense, leal ante la historia, cerró filas junto al Ejecutivo. El tiempo jugaba ya en contra, la lógica colapsaba, y no se sabía qué era “montado” y que no, ni se creía en nada ni en nadie.

Solo el instinto guiaba…

Recuerdo esa tarde como si fuera hoy. No me convenía estar del todo “ubicable” así que, para “relajarme” me crucé al Café del Teatro Nacional desde donde podía ver el “panorama” y pasé largo rato contemplando a las gentes pasar. Al borde de la catástrofe, yo “peliculero” siempre, disfrutaba el “lado poético” de la tragedia. Recuerdo a dos jóvenes de pálida belleza, que en perfecta armonía, conversaban en una de las mesas de mármol contiguas, ¿Sería acaso usted una de ellas, señora Luna?

Esa misma tarde Moscú repuso el dinero. Llegó vía La Habana. Eran cuatro millones de dólares metidos en dos sacos de cabuya, con la inscripción “Coffe from Costa Rica” (esas precauciones se tomaban en tiempos del camarada Bresnev). La noche era horrible (como la consumación de un crimen), no los contábamos, los pesábamos en las balanzas grameras, de esas que usan los “coqueros” y que yo, por mis negocios de oro y joyería, tenía varias. Por fin cerramos aquellos sacos y los cargamos en un vehículo del Ministerio de Seguridad Pública.

Al salir el sol… Rugía el cañón sobre Nicaragua.


Cordialmente. Víctor.-
 
Quién dijo que en tiquicia no se fraguan conspiraciones.
Que lo diga Abelito, en su venganza presidencial. Pero eso, es tambien un detalle que la historia no recogerá.
Hasta al mejor mono se le caé el zapote, y no hablo del redondel...
 
Me gusto mucho el relato.

Sin duda hay muchas historias no oficiales de la Guerra Fria en nuestra frontera norte y en nuestras mesas de manteles blancos.

Saludos a todos

:cool:
 
Interesante relato, en realidad. Y es que el estilo es fresco para leer, amigable para mi gusto.
Creo que la historia nunca tendrá una sola versión, como escribí en la tarde, cada uno de nosotros es una realidad, parte de otra más grande, y así en secuencia.

Cuántas aristas escapan a nuestros ojos de cada hecho que sucede? por eso no podemos, ninguno, creernos dueños de la verdad, sólo de una de sus caras. Eso sí, en Tiquicia parece que la costumbre de ocultar ciertas cosas debajo del tapete, no es de hoy. o será que es algo propio del compendio que llaman humanidad....?

por cierto, y vuelvo acá con un comentario al margen (qué típico de esta luna!) veo que de cierta forma siempre le ha llamado la atención el lado poético, de la vida por supuesto.

y bueno, creo que otras lunas de otras noches fueron quienes bajaron hasta la mesa de mármol, y de alguna manera extraña se atravesaron en la vista del narrador....
 
Y yo que creía que en el ensayo, lo único ficticio eran las fechas.
Para comenzar, una lítote genial...
Que la patria os lo pague!!!
Cada vez, más ganas dan de hacer nuevos experimentos por acá.

Que el Señor les bendiga a todos por sus aportes.

P.D.
Quién quita un quite....de aqui a la eternidad, la distancia no es mucha.
 
Gracias por leer el (larguito) ensayo y gracias también por los "piropos". En estos días todos andamos medios faltos de tiempo. Si puedo escribo en casa (perpetro diría Borges) algún artículo para postearlo antes de las fiestas.

Saludos. Víctor.-
 
Mis felicitaciones también don Víctor.
Adoro tener que leer entre líneas.
Fue una genial experiencia.
 
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