Mi piel se erizó ante el recuerdo de los días cuando sobre mi cuello aplicaba aquella fragancia que tanto te deleitaba y también reproducía tu canción favorita, que tanto me gustaba. Ante el recuerdo de haber estado siempre listos yo para ofrecerte mis trivialidades y tú para regalarme tus anhelos, mi piel se erizó. Logré recordarnos coloreando con tizas platónicas: Nadie nos saludó nunca en la radio, no se escribieron canciones sobre el sentimiento que pronosticamos eterno y un día se ahogó en el vaso de vino que usaríamos para brindar por la infinitud de ese fantasioso nexo. Mi piel se erizo al recordar que tú fabricabas nuestros poemas y yo tejía nuestro fracaso y ahora solo me pregunto: ¿Por qué te alejaste de mí?