He aquí una pequeña historia que ayuda a aclara el accidente del sida.
Cuando el profesor Jacob Segal, antiguo director del Instituto Biológico de Berlín, inició sus investigaciones sobre el sida, descubrió la increíble semejanza entre el VIH (virus causante de la enfermedad) y otras dos especies víricas: el visna, una patología cerebral del ganado ovino, y el HTLV-I, una forma de leucemia que ataca a las células T. El genoma del VIH es idéntico al del visna, mucho más parecido a éste que a cualquier otro retrovirus conocido, y el tres por ciento diferente corresponde con total exactitud a un fragmento del código genético del HTLV-I.
Tal grado de semejanza resultaba imposible como fruto de un proceso natural de evolución y mutación.
En palabras del profesor Segal, el VIH habría sido creado por hombres en un laboratorio.
El hecho de que la teoría de Segal, que podría suponer una pista perfectamente válida a la hora de desarrollar un tratamiento o vacuna para la enfermedad, haya sido silenciada completamente en Estados Unidos y encontrado muy escasa difusión en Europa, hace pensar en una "mano negra" que pretende ocultar la verdad.
Las revistas científicas se han negado sistemáticamente a publicar sus trabajos, lo cual ciertamente llama la atención ya que, si son tan absurdas sus teorías, sería muy fácil rebatirlas en la estricta ortodoxia del método científico. Si el eje principal sobre el que giran los argumentos de Segal consiste en que el VIH es una combinación del HTLV-I y el visna, este proceso debería ser reproducible en laboratorio, lo que aportaría a la teoría una certidumbre absoluta. Según Segal, el experimento podría ser completado en menos de dos semanas, contando con un laboratorio y personal adecuado. En 1977 -fecha estimada del desarrollo del virus- este proceso habría tomado algo más de tiempo, alrededor de seis meses.
En cambio, la teoría "oficial" sobre el origen de le enfermedad tuvo una difusión extraordinaria en los medios de comunicación. Según ésta, el VIH se habría originado entre determinadas especies de monos africanos , de los que habría pasado al hombre a partir de una mutación. Esta hipótesis, que algunos expertos han bautizado como la "leyenda africana", plantea un escenario absurdo desde el punto de vista epidemiológico por dos razones fundamentales: la primera es que el VIH es demasiado diferente de cualquier otro retrovirus que padezcan humanos o primates como para justificar su aparición merced a una mutación natural. El segundo argumento para desechar la "leyenda africana" es mucho más revelador. Los primeros casos documentados de sida en África datan de 1983, mientras que mucho antes -en 1979- comenzaron a registrarse casos entre la comunidad homosexual de Nueva York.
La conspiración. El SIDA como un arma biológica.
El argumento de Segal deja abiertos multitud de interrogantes. Si el virus del sida es una creación artificial ¿quién y por qué la llevó a cabo?
La fecha habría sido el año 1975. El lugar, el Centro de Investigación sobre Armamento Biológico de Ford Detrick, Maryland (E.E.U.U.). Allí prestaba sus servicios por aquel entonces el Dr. Robert Gallo quien, curiosamente, descubrió en 1984 la existencia del VIH -virus generalmente aceptado como causante del sida- y enunció la teoría del origen africano de la enfermedad, convirtiéndose en referente imprescindible de la investigación sobre este tema. Su hipótesis en la semejanza entre el VIH y el STLV-III, un virus de los simios africanos. Éste habría sido transmitido a un ser humano a través de una mordedura. A partir de ahí, fundamentalmente por medio del sexo y las transfusiones de sangre, la enfermedad se habría ido extendiendo hasta alcanzar los niveles actuales.
Existen evidencias de que, durante la primera mitad de la década de los setenta, Gallo estuvo trabajando para la CIA en el marco de un proyecto secreto denominado MK-Naomi relativo al desarrollo de armas biológicas. En relación con el proyecto MK-Naomi, el director de la CIA, William Colby, admitió que el interés de la agencia en el armamento biológico estaba directamente vinculado a las operaciones encubiertas realizadas en Zaire, Angola y Sudán.
En esta instalación, entre el otoño de 1977 y la primavera de 1978, habría nacido el VIH, concretamente en uno de los laboratorios conocidos como P4 -de máxima seguridad-, en el que se habrían combinado los materiales genéticos del visna y el HTLV-I. La fase experimental se habría llevado a cabo empleando como conejillos de indias a convictos de diversas prisiones federales, a los que se habría ofrecido la conmutación de sus penas a cambio de su colaboración en un programa de investigación médica, una práctica habitual, aunque de sospechosa ética, en el sistema norteamericano.
Todo podría haber sido un mero peldaño más en la sórdida historia de la experimentación con seres humanos de no ser por un fallo que cometieron los experimentadores. Los padres del VIH no sospecharon que la enfermedad pudiera tener un periodo de incubación tan enormemente largo como el del sida que, en muchos casos, supera ampliamente la decena de años. Al no apreciar los científicos ningún tipo de síntomas en los sujetos, el experimento fue considerado un fracaso y los "conejillos" puestos en libertad tal y como se les había prometido. A partir de ese momento la epidemia se convirtió en incontrolable. El alto porcentaje de toxicomanía y homosexualidad entre los reclusos fue seguramente lo que provocó que estos colectivos hayan sido los más castigados por la enfermedad desde que en 1979 aparecieran los primeros casos entre la comunidad homosexual de Nueva York.
Como apuntábamos anteriormente, una de las características más notables de la teoría de Segal es que nadie se haya tomado la molestia de comprobarla, a pesar de lo relativamente fácil que sería contando con los servicios de un laboratorio bien equipado. Si el científico alemán está en lo cierto y el VIH no es sino una suma genética de otros dos microorganismos, esa operación podría ser reproducida tantas veces como se deseara, lo que corroboraría su exposición. Sin embargo, nadie ha tenido la suficiente "curiosidad científica" como para intentar comprobar por sí mismo si esto es posible.
Interesante artículo, puede ser que sea cierto...
Cuando el profesor Jacob Segal, antiguo director del Instituto Biológico de Berlín, inició sus investigaciones sobre el sida, descubrió la increíble semejanza entre el VIH (virus causante de la enfermedad) y otras dos especies víricas: el visna, una patología cerebral del ganado ovino, y el HTLV-I, una forma de leucemia que ataca a las células T. El genoma del VIH es idéntico al del visna, mucho más parecido a éste que a cualquier otro retrovirus conocido, y el tres por ciento diferente corresponde con total exactitud a un fragmento del código genético del HTLV-I.
Tal grado de semejanza resultaba imposible como fruto de un proceso natural de evolución y mutación.
En palabras del profesor Segal, el VIH habría sido creado por hombres en un laboratorio.
El hecho de que la teoría de Segal, que podría suponer una pista perfectamente válida a la hora de desarrollar un tratamiento o vacuna para la enfermedad, haya sido silenciada completamente en Estados Unidos y encontrado muy escasa difusión en Europa, hace pensar en una "mano negra" que pretende ocultar la verdad.
Las revistas científicas se han negado sistemáticamente a publicar sus trabajos, lo cual ciertamente llama la atención ya que, si son tan absurdas sus teorías, sería muy fácil rebatirlas en la estricta ortodoxia del método científico. Si el eje principal sobre el que giran los argumentos de Segal consiste en que el VIH es una combinación del HTLV-I y el visna, este proceso debería ser reproducible en laboratorio, lo que aportaría a la teoría una certidumbre absoluta. Según Segal, el experimento podría ser completado en menos de dos semanas, contando con un laboratorio y personal adecuado. En 1977 -fecha estimada del desarrollo del virus- este proceso habría tomado algo más de tiempo, alrededor de seis meses.
En cambio, la teoría "oficial" sobre el origen de le enfermedad tuvo una difusión extraordinaria en los medios de comunicación. Según ésta, el VIH se habría originado entre determinadas especies de monos africanos , de los que habría pasado al hombre a partir de una mutación. Esta hipótesis, que algunos expertos han bautizado como la "leyenda africana", plantea un escenario absurdo desde el punto de vista epidemiológico por dos razones fundamentales: la primera es que el VIH es demasiado diferente de cualquier otro retrovirus que padezcan humanos o primates como para justificar su aparición merced a una mutación natural. El segundo argumento para desechar la "leyenda africana" es mucho más revelador. Los primeros casos documentados de sida en África datan de 1983, mientras que mucho antes -en 1979- comenzaron a registrarse casos entre la comunidad homosexual de Nueva York.
La conspiración. El SIDA como un arma biológica.
El argumento de Segal deja abiertos multitud de interrogantes. Si el virus del sida es una creación artificial ¿quién y por qué la llevó a cabo?
La fecha habría sido el año 1975. El lugar, el Centro de Investigación sobre Armamento Biológico de Ford Detrick, Maryland (E.E.U.U.). Allí prestaba sus servicios por aquel entonces el Dr. Robert Gallo quien, curiosamente, descubrió en 1984 la existencia del VIH -virus generalmente aceptado como causante del sida- y enunció la teoría del origen africano de la enfermedad, convirtiéndose en referente imprescindible de la investigación sobre este tema. Su hipótesis en la semejanza entre el VIH y el STLV-III, un virus de los simios africanos. Éste habría sido transmitido a un ser humano a través de una mordedura. A partir de ahí, fundamentalmente por medio del sexo y las transfusiones de sangre, la enfermedad se habría ido extendiendo hasta alcanzar los niveles actuales.
Existen evidencias de que, durante la primera mitad de la década de los setenta, Gallo estuvo trabajando para la CIA en el marco de un proyecto secreto denominado MK-Naomi relativo al desarrollo de armas biológicas. En relación con el proyecto MK-Naomi, el director de la CIA, William Colby, admitió que el interés de la agencia en el armamento biológico estaba directamente vinculado a las operaciones encubiertas realizadas en Zaire, Angola y Sudán.
En esta instalación, entre el otoño de 1977 y la primavera de 1978, habría nacido el VIH, concretamente en uno de los laboratorios conocidos como P4 -de máxima seguridad-, en el que se habrían combinado los materiales genéticos del visna y el HTLV-I. La fase experimental se habría llevado a cabo empleando como conejillos de indias a convictos de diversas prisiones federales, a los que se habría ofrecido la conmutación de sus penas a cambio de su colaboración en un programa de investigación médica, una práctica habitual, aunque de sospechosa ética, en el sistema norteamericano.
Todo podría haber sido un mero peldaño más en la sórdida historia de la experimentación con seres humanos de no ser por un fallo que cometieron los experimentadores. Los padres del VIH no sospecharon que la enfermedad pudiera tener un periodo de incubación tan enormemente largo como el del sida que, en muchos casos, supera ampliamente la decena de años. Al no apreciar los científicos ningún tipo de síntomas en los sujetos, el experimento fue considerado un fracaso y los "conejillos" puestos en libertad tal y como se les había prometido. A partir de ese momento la epidemia se convirtió en incontrolable. El alto porcentaje de toxicomanía y homosexualidad entre los reclusos fue seguramente lo que provocó que estos colectivos hayan sido los más castigados por la enfermedad desde que en 1979 aparecieran los primeros casos entre la comunidad homosexual de Nueva York.
Como apuntábamos anteriormente, una de las características más notables de la teoría de Segal es que nadie se haya tomado la molestia de comprobarla, a pesar de lo relativamente fácil que sería contando con los servicios de un laboratorio bien equipado. Si el científico alemán está en lo cierto y el VIH no es sino una suma genética de otros dos microorganismos, esa operación podría ser reproducida tantas veces como se deseara, lo que corroboraría su exposición. Sin embargo, nadie ha tenido la suficiente "curiosidad científica" como para intentar comprobar por sí mismo si esto es posible.
Interesante artículo, puede ser que sea cierto...