se da cuando el hombre se siente tan còmodo en una casa ajena que se siente el amo y señor de esta, aunque solo sea un mendigo que fue invitado a cenar por sus dueños.
Es que usted ya está suponiendo que la casa tiene dueños, y nosotros decimos que no necesariamente. En ningún momento descartamos que la casa pueda tener dueño... pero resulta que nosotros somos curiosos y nos ponemos a revisar y explorar la casa mientras ustedes se quedan sentados en el sillón viendo tele. Y nos estamos dando cuenta de que la casa nunca fue barrida, no parece que haya sido habitada. Y el dueño todavía no aparece. Y descubrimos que la invitación escrita a cenar fue falsificada por uno de ustedes y que no es en realidad del supuesto dueño. Etc.