Ya que he oído gente que dice que muy buena...., me sorprende estos comentarios. La empecé a ver, y el inicio interesante, luego se llena de clichés, el alumno bueno, profesor prepotente y ateo (por resentimiento con Dios, no por reflexión), novia católica que lo comprende, un clérigo sabio que apoya, viene la discusión de Dios, falacias, recurrencia al Génesis (??), controversia con Stephen Hawpkins (como si fuera el pináculo de la sabiduría), al final las emociones, la conversión del profesor ateo.., casi me duermo, pero no sé opiniones? Pienso que Estados Unidos tiene intelectuales de gran calibre, pero por otro hay un fanatismo impensante al estido de Bush realmente escandaloso.
Transcribo un comentario por ahí, que me parece correcto.
[h=1]Dios no está muerto[/h]
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La Critica 29/04/2014 02:03
Convencido de que “Dios quiere que lo defienda” de Radisson, su ateo profesor de filosofía (Kevin Sorbo), Josh expone ante su clase una serie de argumentos para convencerlos de que su Señor no ha muerto. A diferencia de su tesis, sus argumentos no sólo son inválidos, sino estúpidos. Ya que Aristóteles se equivocó en cuanto a la eternidad del universo, Josh arguye que la Biblia, al coincidir con la teoría del Big Bang, prueba la creación del universo y que Dios la llevó a cabo. Tan ignorante como su alumno, el profesor Radisson cree que las teorías de Stephen Hawking son, más que ciertas, leyes. Willie Robertson, del programa Duck Dynasty, hace una defensa de Dios no más inteligente, pero más honesta, en medio de las abundantes falacias.
Regodeándose en su chabacanería, Cronk incluye a Dios como personaje y lo describe no como una presencia etérea, magnífica, sino como un mago invisible cuyo gran milagro es encender un auto. Cualquier consciencia crítica, laica o creyente, puede encontrar esta cinta ofensiva debido a los numerosos estereotipos que abarcan desde la supersticiosa, y no mística, visión de Dios, hasta el estudiante negro que se hace llamar G-Dog. Menos que una defensa de la libertad religiosa en tiempos de secularización, Dios no está muerto es una pieza propagandística impositiva; un acto de ninguneo intolerable en una cultura democrática.
Un objetivo inicial de la película es caricaturizar a la clase intelectual norteamericana, usualmente liberal y defensora del laicismo educativo. Se le hace representar por el maestro, extravagante personaje objeto casi inmediato de la aversión de los espectadores. El tipo termina por confesar ante el implacable interrogatorio del avispado estudiante que en realidad odia a Dios, por no haber salvado a su madre. Resultó que no era ateo, sino un pobre hombre angustiado, que en la hora de su muerte pide perdón y es readmitido en el seno de la iglesia por el piadoso y oportunísimo pastor. Los fabricantes del churro cinematográfico quieren matar con esta historia de vida dos pájaros al mismo tiempo: desprestigiar a los intelectuales y “demostrar” la existencia del ser supremo con el infantil y manido argumento que los ateos son incongruentes y reniegan de sus ideas al enfrentar a la parca.
Transcribo un comentario por ahí, que me parece correcto.
[h=1]Dios no está muerto[/h]
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La Critica 29/04/2014 02:03
Por Alonso Díaz de la Vega
Más que una discusión teológica, Dios no está muerto (God’s Not Dead, 2013) es una exhibición de prejuicios. Para combatir la discriminación contra los cristianos en las universidades, esta cinta de Harold Cronk estereotipa, ningunea e impone su visión aun si tiene que matar o convertir a los infieles. La simplona estética, derivada de los bajos fondos de la película para televisión, es la resonancia de una superficial retórica según la cual los ateos son sádicos o cínicos, infectados con este mal, no ideología, debido al trauma y al progresismo; los creyentes en otras religiones son ignominiosos infieles en espera de la gracia de Cristo, y entre los creyentes de las denominaciones cristianas existen héroes de la Palabra como Josh Wheaton (Shane Harper), que muestra la verdad a los incrédulos.Convencido de que “Dios quiere que lo defienda” de Radisson, su ateo profesor de filosofía (Kevin Sorbo), Josh expone ante su clase una serie de argumentos para convencerlos de que su Señor no ha muerto. A diferencia de su tesis, sus argumentos no sólo son inválidos, sino estúpidos. Ya que Aristóteles se equivocó en cuanto a la eternidad del universo, Josh arguye que la Biblia, al coincidir con la teoría del Big Bang, prueba la creación del universo y que Dios la llevó a cabo. Tan ignorante como su alumno, el profesor Radisson cree que las teorías de Stephen Hawking son, más que ciertas, leyes. Willie Robertson, del programa Duck Dynasty, hace una defensa de Dios no más inteligente, pero más honesta, en medio de las abundantes falacias.
Regodeándose en su chabacanería, Cronk incluye a Dios como personaje y lo describe no como una presencia etérea, magnífica, sino como un mago invisible cuyo gran milagro es encender un auto. Cualquier consciencia crítica, laica o creyente, puede encontrar esta cinta ofensiva debido a los numerosos estereotipos que abarcan desde la supersticiosa, y no mística, visión de Dios, hasta el estudiante negro que se hace llamar G-Dog. Menos que una defensa de la libertad religiosa en tiempos de secularización, Dios no está muerto es una pieza propagandística impositiva; un acto de ninguneo intolerable en una cultura democrática.
Un objetivo inicial de la película es caricaturizar a la clase intelectual norteamericana, usualmente liberal y defensora del laicismo educativo. Se le hace representar por el maestro, extravagante personaje objeto casi inmediato de la aversión de los espectadores. El tipo termina por confesar ante el implacable interrogatorio del avispado estudiante que en realidad odia a Dios, por no haber salvado a su madre. Resultó que no era ateo, sino un pobre hombre angustiado, que en la hora de su muerte pide perdón y es readmitido en el seno de la iglesia por el piadoso y oportunísimo pastor. Los fabricantes del churro cinematográfico quieren matar con esta historia de vida dos pájaros al mismo tiempo: desprestigiar a los intelectuales y “demostrar” la existencia del ser supremo con el infantil y manido argumento que los ateos son incongruentes y reniegan de sus ideas al enfrentar a la parca.