Durante la Edad Media existió un tribunal que daba garantías a la población sobre los atropellos provenientes de las autoridades estatales y religiosas, como de la brujería o charlatanería.
Si leemos las actas de época, el poder de la inquisición estuvo limitado, sus tribunales no infundían terror y las penas eran más benévolas que los de sus homólogos laicos. Sus castigos solían consistir en una penitencia. No fue una organización característica o de fundamental importancia en la época.
Fue creada en el siglo XII para contrarrestar la herejía albigense y existieron varias de acuerdo al uso que los poderes gubernamentales hacían de ella, para beneficio propio.
La Inquisición española — la inquisición más usada en las leyendas negras y de peor reputación-, actuó generalmente bajo cédula real y no papal.
En los trescientos cincuenta años de la Inquisición española, de la cual se han preservado meticulosamente todos los documentos, el total de sentenciados a muerte es aproximadamente unos cuatro mil y el total de ejecutados es menor.
Montecasino experimentó en el siglo XI un auge del saber calificado como el “acontecimiento más espectacular en la historia de la erudición latina del siglo XI”. No solo salieron escritos de filocalía, sino que estudiaron y elaboraron los textos de la antigüedad clásica, muchos copiados en los monasterios sirios, persas, coptos, cretenses, etc. antes de la ocupación árabe-musulmana.
Gracias al Iglesia se recuperaron originales dados por perdidos, se preservaron, se copiaron, comentaron, analizaron y distribuyeron las obras ‘greco-latinas’ sean aristotélicas, platónicas u otras. Clérigos y científicos por igual, salvaron a Occidente desde la Edad Media hasta nuestros días..
Primer mito—El cristianismo medieval era bárbaro
Nuestro sistema de notación musical data de la Edad Media, el cual tuvo su origen en monasterios, especialmente a través de la obra del monje Guido D’Arezzo.
En cuanto a la ciencia, las matemáticas y la tecnología, los clérigos occidentales enseñaban la ley natural y que Dios había creado un universo racional y ordenado.
Las colegios católicos, entonces como ahora, enseñaban religión, filosofía, matemáticas (desde contabilidad hasta matemáticas superiores) y latín, entre otras materias.
Es verdad que en la Edad Media, la mayoría de los católicos conocían las Escrituras por lo que habían oído en la Iglesia o visto representado en ventanales de vidrios de colores o lo que leían—u oían recitar—de libros tales como The Heliand, el Evangelio Sajón en el que Cristo, el Paladín, ingresa al Fuerte Jerusalén para la última celebración en el salón de fiestas con sus compañeros de combate. Pero aceptaban las enseñanzas y la autoridad de su Iglesia y se mantenían ocupados construyendo fábricas de cerveza, tendiendo caminos, erigiendo ciudades e inventando y produciendo en serie: el estribo, los arneses para caballos y el molino de agua (o estrictamente hablando), perfeccionando el molino de agua que fue inventado por los romanos, que apenas lo usaron y que comenzó a ser valorado durante la Edad Media.
También crearon una revolución agrícola con una rotación de cultivo para tres campos y mejoraron las herramientas y la tecnología agrícola, la especialización en productos, el transporte terrestre y marítimo y la dedicación exclusiva al comercio.
Segundo mito - Las mujeres medievales eran oprimidas
En el Occidente medieval, tanto la poligamia como el divorcio eran ilegales. Las mujeres podían gobernar desde tronos o pontificar desde bibliotecas de conventos de monjas y llevar la batuta de un hogar de clase media tal como lo ha hecho cualquier otra ama de casa occidental durante los últimos dos mil años. Eran libres de vestirse como querían y podían ir a la taberna. Tenían empleos y aprendían oficios y profesiones. Si eran campesinas, trabajaban la tierra con sus esposos. Especialmente si pertenecían a órdenes religiosas, se destacaban en educación primaria, enfermería y otras “profesiones de vocación social” como las llamaríamos hoy día. Si pertenecían a la nobleza, heredaban y manejaban propiedades y recibían todas las obligaciones feudales debidas, acompañaban a sus esposos en cacerías o en las Cruzadas, asistían a las escuelas cortesanas en las que aprendían arte, modales y cómo administrar un hogar (desde medicina hasta enología, desde costura hasta contabilidad, desde jardinería a cómo tratar a los criados). También eran mecenas. Si las mujeres eran excluidas de las escuelas y universidades clásicas, lo cual sucedía, era menos por motivos cristianos, hablando con propiedad, que por motivos clásicos—por la interpretación aristotélica de que las mujeres son el sexo subordinado.
Tercer mito - la cultura medieval era burda e ignorante
Si los castillos y catedrales, el arte, los oficios y la música medieval no son suficientes; si Beowulf, la Canción de Rolando, el Cantar del Mio Cid, y la Morte D’Arthur no le dicen nada; si Boesius, Boccaccio, Dante, Petrarca y Macchiavelli no significan nada, si usted no tiene ninguna consideración por San Anselmo, San Francisco y Santo Tomás de Aquino, para escoger simplemente a un puñado de riquezas literarias de la época, entonces realmente no hay mucho más que decir.
Harry W. Crocker
Cuarto mito – La "ignorancia bíblica" de los tiempos medievales.
Despues de la caída de Roma, la mitad occidental del antiguo imperio dominada por los bárbaros, hablaba latín y disponía de una excelente versión de la Biblia: la Vulgata de San Jerónimo; la mitad oriental del imperio, que sobrevivió hasta que los turcos conquistaron Constantinopla hablaba griego y podía leer en esa lengua tanto en Nuevo Testamento como el Viejo (este último en varias versiones, como la de los LXX); de suerte que en la Edad Media el pueblo tenía un conocimiento amplísimo de las Escrituras.
Los santos católicos Cirilio y Metodio tradujeron la Biblia al búlgaro antiguo en el siglo IX.
El obispo arriano Ulfilas tradujo la Biblia al gótico pocos años antes de que San Jerónimo acabara la Vulgata.
El monje católico Beda el Venerable tradujo al inglés antiguo el Evangelio de San Juan.
El historiador Giuseppe Riciotti, indica que en Italia la Biblia en lengua vulgar era popularísima en los siglos XV y XVI y que desde el siglo XIII se poseen traducciones italianas (parciales) de la Biblia.
Hay un grupo de traducciones de la Biblia en el siglo XIII en castellano. La Fazienda de Ultramar contiene, junto a la propia traducción, materiales como descripciones geográficas, relatos tomados de la antigüedad clásica. Parece ser una especie de guía para los peregrinos que viajaban a Tierra Santa. Mediante estas traducciones de la Biblia se consiguió que personas que sabían leer en su propia lengua pudiesen recibir más directamente las enseñanzas religiosas. Las versiones eran también aprovechadas para lectura en voz alta realizada en grupos reducidos. La Iglesia española de la época no era muy partidaria de las Biblias romances, y de hecho en el Concilio de Tarragona de 1233 llegó a prohibir su lectura. Pese a ello la traducción de las Escrituras no fue abandonada, se desarrolló ampliamente a lo largo del siglo XIII y las Biblias romanceadas fueron leídas incluso por los reyes de la época.
En Francia florecieron un gran número de traducciones de la Sagrada Escritura.
En el siglo XIII, la Universidad de París presentó una traducción de ambos Testamentos que hizo ley durante mucho tiempo.
Cuando Lutero tradujo la biblia al alemán, en Alemania habían catorce versiones en lengua erudita y cinco en lengua corriente, además de muchas versiones parciales del Nuevo Testamento y los Salmos.
En la Edad Media se tradujo la Biblia a otras lenguas indoeuropeas, como el armenio.
Quinto mito – La mayoría de las personas no sabían leer ni escribir.
En la Edad Media, el niño va a la escuela que por lo general es la escuela de su parroquia o del monasterio más cercano. Todas las iglesias tienen una escuela.
Otras veces se trata de escuelas privadas; los habitantes de un poblado se asocian para mantener a un maestro que toma a su cargo la enseñanza de los niños.
Las capítulos de las catedrales estaban sometidos a la obligación de enseñar dictada por el Concilio de Letrán. El niño entraba en ellas a los siete u ocho años y la enseñanza que preparaba para los estudios universitarios se extendía a lo largo de una década, lo mismo que hoy. La abadía de Argenteuil, proporcionaba el aprendizaje de la Sagrada Escritura, letras, medicina y hasta cirugía, aparte del griego y el hebreo, que introdujo Abelardo. En general, las escuelas daban a sus alumnos nociones de gramática, aritmética, geometría, música y teología, que les permitían acceder a las ciencias que se estudiaban en la Universidad; algunas incluían alguna enseñanza técnica.
Si leemos las actas de época, el poder de la inquisición estuvo limitado, sus tribunales no infundían terror y las penas eran más benévolas que los de sus homólogos laicos. Sus castigos solían consistir en una penitencia. No fue una organización característica o de fundamental importancia en la época.
Fue creada en el siglo XII para contrarrestar la herejía albigense y existieron varias de acuerdo al uso que los poderes gubernamentales hacían de ella, para beneficio propio.
La Inquisición española — la inquisición más usada en las leyendas negras y de peor reputación-, actuó generalmente bajo cédula real y no papal.
En los trescientos cincuenta años de la Inquisición española, de la cual se han preservado meticulosamente todos los documentos, el total de sentenciados a muerte es aproximadamente unos cuatro mil y el total de ejecutados es menor.
Montecasino experimentó en el siglo XI un auge del saber calificado como el “acontecimiento más espectacular en la historia de la erudición latina del siglo XI”. No solo salieron escritos de filocalía, sino que estudiaron y elaboraron los textos de la antigüedad clásica, muchos copiados en los monasterios sirios, persas, coptos, cretenses, etc. antes de la ocupación árabe-musulmana.
Gracias al Iglesia se recuperaron originales dados por perdidos, se preservaron, se copiaron, comentaron, analizaron y distribuyeron las obras ‘greco-latinas’ sean aristotélicas, platónicas u otras. Clérigos y científicos por igual, salvaron a Occidente desde la Edad Media hasta nuestros días..
Primer mito—El cristianismo medieval era bárbaro
Nuestro sistema de notación musical data de la Edad Media, el cual tuvo su origen en monasterios, especialmente a través de la obra del monje Guido D’Arezzo.
En cuanto a la ciencia, las matemáticas y la tecnología, los clérigos occidentales enseñaban la ley natural y que Dios había creado un universo racional y ordenado.
Las colegios católicos, entonces como ahora, enseñaban religión, filosofía, matemáticas (desde contabilidad hasta matemáticas superiores) y latín, entre otras materias.
Es verdad que en la Edad Media, la mayoría de los católicos conocían las Escrituras por lo que habían oído en la Iglesia o visto representado en ventanales de vidrios de colores o lo que leían—u oían recitar—de libros tales como The Heliand, el Evangelio Sajón en el que Cristo, el Paladín, ingresa al Fuerte Jerusalén para la última celebración en el salón de fiestas con sus compañeros de combate. Pero aceptaban las enseñanzas y la autoridad de su Iglesia y se mantenían ocupados construyendo fábricas de cerveza, tendiendo caminos, erigiendo ciudades e inventando y produciendo en serie: el estribo, los arneses para caballos y el molino de agua (o estrictamente hablando), perfeccionando el molino de agua que fue inventado por los romanos, que apenas lo usaron y que comenzó a ser valorado durante la Edad Media.
También crearon una revolución agrícola con una rotación de cultivo para tres campos y mejoraron las herramientas y la tecnología agrícola, la especialización en productos, el transporte terrestre y marítimo y la dedicación exclusiva al comercio.
Segundo mito - Las mujeres medievales eran oprimidas
En el Occidente medieval, tanto la poligamia como el divorcio eran ilegales. Las mujeres podían gobernar desde tronos o pontificar desde bibliotecas de conventos de monjas y llevar la batuta de un hogar de clase media tal como lo ha hecho cualquier otra ama de casa occidental durante los últimos dos mil años. Eran libres de vestirse como querían y podían ir a la taberna. Tenían empleos y aprendían oficios y profesiones. Si eran campesinas, trabajaban la tierra con sus esposos. Especialmente si pertenecían a órdenes religiosas, se destacaban en educación primaria, enfermería y otras “profesiones de vocación social” como las llamaríamos hoy día. Si pertenecían a la nobleza, heredaban y manejaban propiedades y recibían todas las obligaciones feudales debidas, acompañaban a sus esposos en cacerías o en las Cruzadas, asistían a las escuelas cortesanas en las que aprendían arte, modales y cómo administrar un hogar (desde medicina hasta enología, desde costura hasta contabilidad, desde jardinería a cómo tratar a los criados). También eran mecenas. Si las mujeres eran excluidas de las escuelas y universidades clásicas, lo cual sucedía, era menos por motivos cristianos, hablando con propiedad, que por motivos clásicos—por la interpretación aristotélica de que las mujeres son el sexo subordinado.
Tercer mito - la cultura medieval era burda e ignorante
Si los castillos y catedrales, el arte, los oficios y la música medieval no son suficientes; si Beowulf, la Canción de Rolando, el Cantar del Mio Cid, y la Morte D’Arthur no le dicen nada; si Boesius, Boccaccio, Dante, Petrarca y Macchiavelli no significan nada, si usted no tiene ninguna consideración por San Anselmo, San Francisco y Santo Tomás de Aquino, para escoger simplemente a un puñado de riquezas literarias de la época, entonces realmente no hay mucho más que decir.
Harry W. Crocker
Cuarto mito – La "ignorancia bíblica" de los tiempos medievales.
Despues de la caída de Roma, la mitad occidental del antiguo imperio dominada por los bárbaros, hablaba latín y disponía de una excelente versión de la Biblia: la Vulgata de San Jerónimo; la mitad oriental del imperio, que sobrevivió hasta que los turcos conquistaron Constantinopla hablaba griego y podía leer en esa lengua tanto en Nuevo Testamento como el Viejo (este último en varias versiones, como la de los LXX); de suerte que en la Edad Media el pueblo tenía un conocimiento amplísimo de las Escrituras.
Los santos católicos Cirilio y Metodio tradujeron la Biblia al búlgaro antiguo en el siglo IX.
El obispo arriano Ulfilas tradujo la Biblia al gótico pocos años antes de que San Jerónimo acabara la Vulgata.
El monje católico Beda el Venerable tradujo al inglés antiguo el Evangelio de San Juan.
El historiador Giuseppe Riciotti, indica que en Italia la Biblia en lengua vulgar era popularísima en los siglos XV y XVI y que desde el siglo XIII se poseen traducciones italianas (parciales) de la Biblia.
Hay un grupo de traducciones de la Biblia en el siglo XIII en castellano. La Fazienda de Ultramar contiene, junto a la propia traducción, materiales como descripciones geográficas, relatos tomados de la antigüedad clásica. Parece ser una especie de guía para los peregrinos que viajaban a Tierra Santa. Mediante estas traducciones de la Biblia se consiguió que personas que sabían leer en su propia lengua pudiesen recibir más directamente las enseñanzas religiosas. Las versiones eran también aprovechadas para lectura en voz alta realizada en grupos reducidos. La Iglesia española de la época no era muy partidaria de las Biblias romances, y de hecho en el Concilio de Tarragona de 1233 llegó a prohibir su lectura. Pese a ello la traducción de las Escrituras no fue abandonada, se desarrolló ampliamente a lo largo del siglo XIII y las Biblias romanceadas fueron leídas incluso por los reyes de la época.
En Francia florecieron un gran número de traducciones de la Sagrada Escritura.
En el siglo XIII, la Universidad de París presentó una traducción de ambos Testamentos que hizo ley durante mucho tiempo.
Cuando Lutero tradujo la biblia al alemán, en Alemania habían catorce versiones en lengua erudita y cinco en lengua corriente, además de muchas versiones parciales del Nuevo Testamento y los Salmos.
En la Edad Media se tradujo la Biblia a otras lenguas indoeuropeas, como el armenio.
Quinto mito – La mayoría de las personas no sabían leer ni escribir.
En la Edad Media, el niño va a la escuela que por lo general es la escuela de su parroquia o del monasterio más cercano. Todas las iglesias tienen una escuela.
Otras veces se trata de escuelas privadas; los habitantes de un poblado se asocian para mantener a un maestro que toma a su cargo la enseñanza de los niños.
Las capítulos de las catedrales estaban sometidos a la obligación de enseñar dictada por el Concilio de Letrán. El niño entraba en ellas a los siete u ocho años y la enseñanza que preparaba para los estudios universitarios se extendía a lo largo de una década, lo mismo que hoy. La abadía de Argenteuil, proporcionaba el aprendizaje de la Sagrada Escritura, letras, medicina y hasta cirugía, aparte del griego y el hebreo, que introdujo Abelardo. En general, las escuelas daban a sus alumnos nociones de gramática, aritmética, geometría, música y teología, que les permitían acceder a las ciencias que se estudiaban en la Universidad; algunas incluían alguna enseñanza técnica.