Imaginemos que alguien ha cometido un delito de una estafa por Internet de unos 6.000 dólares y decide hacerse pasar por muerto para que los afectados que están en otros países desistan de buscarle. ¿Sería un agravante si se llegase a descubrir que sigue vivo? Vamos... vivo y además riéndose de sus víctimas.