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Que pequeño es el mundo!

Que pequeño es el mundo!
Autor: Silomon Tolomeo Alpizar

¡Qué pequeño es el mundo! Yo voy a la tienda pequeño Mundo y me encuentro... ¡cada cosa! Hace poco que iba a una noche astronómica a Guanacaste y no tenía la ropa apropiada, me compré ahí un pantalón de corduroy café que me costó más barato que el ruedo que tuve que mandarle a hacer luego donde la costurera. ¡Pero me sacó del apuro! Claro, a la tercera lavada el zíper de la jareta se asomaba como una dentadura de rottweiler y las hebras que soltaba presagiaban algo más serio.

No sé, hay algo en ese tipo de tiendas que me alteran la psicología. Uno sabe bien que son baratijas que no necesita para nada y sabe bien que la casa está ya a reventar de ellas y, sin
embargo, se inventa cualquier excusa con tal de tenerlas. ¡Qué jodido! En ese almacén me
encuentro, por ejemplo, con el banquito plegable para el picnic, el estadio o la playa; con
el set de desatornilladores que me atrae más por el estuche que por estos; con el pato inflable
para que el güila flote en la piscina... Y ¡todo al increíble precio del made in China!

No obstante, lo más sorprendente que me encontré en pequeño Mundo de Escazú no fue precisamente
una fruslería, sino algo bien curioso: que no soy el único que anda en esas. Acabo de descubrir
que las señoras platudas de esa República Ardiente y Glamorosa son, por lejos, las mejores
clientes de bagatelas aunque, por supuesto, a su manera. Para pasar inadvertidas, unas se
enfundan en ropa deportiva, anteojotesChannel y gorra hasta la nariz, y otras, las que no juegan
de incógnito, se deshacen en pretextos. Y no deberían, pues en el parqueo las delatan sus súper
"chuzos".

Las primeras avanzan por los pasillos sigilosamente camufladas entre el cataclismo de cajas y
estantes con sus carritos repletos y la mercancía sombreadita. Muy a menudo se las ve levantarse el anteojo para ver con disimulo las etiquetas y si las están vigiando. En cambio, las segundas le dicen a uno que andan comprando una donación para niños pobres, pero se les ve en el carrito un montón de copas de vino hechizas. ¿Qué dirían sus invitados si se enteraran de que se están tomando un Chateauneuf du Pape en una copa de ¢600 y no en una Riedel? O bien, le dicen a uno que andan comprando las camisas de los guardas y lo que cargan son sostenes rosados y calzones estampados. ¿Será que cambiaron de vigilantes? (Tome nota señor ministro Berrocal).

Se trata, pues, de una tienda digna del más severo escrutinio sociológico que hasta perdió su propio nombre desde que los "chonetes" la llaman "Peque", y los estirados, "Little World". ¡OH!
Qué pequeño es el mundo!

Y ud que putas opina?
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Fuente: [ Silomón Tolomeo Alpizar ]
 
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