En verdad no me identifico para nada con muchas características que le son atribuidas al ser Costarricense y que son aceptadas horríficamente por muchas de las personas que vivimos en este País. No siento que la cultura de la hora tica debería ser aceptada, el solo hecho de que a la tardanza injustificada pero previsible se le atribuya a nuestra nacionalidad es deleznable, que la prostitución sea vista como una forma de obtener dinero aceptable en momentos de necesidad para la mujer y que sea visto como algo normal que las personas visiten prostíbulos cuando no tienen pareja estable con quién mantener relaciones sexuales sanas, me parece deleznable y mucho peor aún es que cuando las personas en este país, principalmente a nosotros los hombres, nos sugieran visitar un lugar así al cumplir los dieciocho años.
Pero quizá la parte intrínsecamente más arraigada que tiene la falsa cultura Costarricense que quiere venderse como normal es el concepto idealizado de consumir bebidas alcohólicas como principal medio de recreación y entretenimiento, consumir alcohol en si mismo es algo que no tiene absolutamente nada de malo, cuando se hace con medida y sin tener que llegar al alcoholismo crónico. Una inmensurable cantidad de personas en este país consideran que para una celebración de un cumpleaños, una despedida para un trabajador pensionado, una graduación, el fin de un curso lectivo a nivel colegial o universitario, la victoria de un equipo de cualquier deporte o incluso las fiestas patrias o las celebraciones religiosas como navidad y semana santa, sean las bebidas alcohólicas la mejor forma de celebrar o aprovechar el tiempo.
Igual que las que he venido diciendo existen toda clase de perversiones de lo que es realmente nuestra idiosincrasia, los choferes de automóviles costarricenses y su forma temeraria de manejar, la forma en que se señalizan nuestras carreteras, una forma casi sistematizada de mediocridad gubernamental institucionalizada y consagrada casi con la total aceptación del pueblo que desde hace décadas sino más bien siglos utiliza edificaciones, comercios e iglesias como puntos de referencia para guiar a los demás cuando buscan una dirección ya que les es imposible conseguirlo con la señalización y la rotulación vial que existe en este país, el esfuerzo mínimo, la aversión a la lectura y el completo rechazo al cine y a la música nacional.
Todas y cada una de las falencias que están presentes en nuestra sociedad no son parte de una “idiosincrasia” del costarricense, todo lo contrario son defectos comunes, institucionalizados y lo que es peor aceptados como irreversibles.
Un extranjero, un ex presidente uruguayo, Julio María Sanguinetti, dijo una vez “donde hay un tico, esté donde esté, hay libertad”. Libertad dijo, no licor, sexoservidoras, trabajadores desganados y estructuras sociales y Estatales quebrantadas.
Pero quizá la parte intrínsecamente más arraigada que tiene la falsa cultura Costarricense que quiere venderse como normal es el concepto idealizado de consumir bebidas alcohólicas como principal medio de recreación y entretenimiento, consumir alcohol en si mismo es algo que no tiene absolutamente nada de malo, cuando se hace con medida y sin tener que llegar al alcoholismo crónico. Una inmensurable cantidad de personas en este país consideran que para una celebración de un cumpleaños, una despedida para un trabajador pensionado, una graduación, el fin de un curso lectivo a nivel colegial o universitario, la victoria de un equipo de cualquier deporte o incluso las fiestas patrias o las celebraciones religiosas como navidad y semana santa, sean las bebidas alcohólicas la mejor forma de celebrar o aprovechar el tiempo.
Igual que las que he venido diciendo existen toda clase de perversiones de lo que es realmente nuestra idiosincrasia, los choferes de automóviles costarricenses y su forma temeraria de manejar, la forma en que se señalizan nuestras carreteras, una forma casi sistematizada de mediocridad gubernamental institucionalizada y consagrada casi con la total aceptación del pueblo que desde hace décadas sino más bien siglos utiliza edificaciones, comercios e iglesias como puntos de referencia para guiar a los demás cuando buscan una dirección ya que les es imposible conseguirlo con la señalización y la rotulación vial que existe en este país, el esfuerzo mínimo, la aversión a la lectura y el completo rechazo al cine y a la música nacional.
Todas y cada una de las falencias que están presentes en nuestra sociedad no son parte de una “idiosincrasia” del costarricense, todo lo contrario son defectos comunes, institucionalizados y lo que es peor aceptados como irreversibles.
Un extranjero, un ex presidente uruguayo, Julio María Sanguinetti, dijo una vez “donde hay un tico, esté donde esté, hay libertad”. Libertad dijo, no licor, sexoservidoras, trabajadores desganados y estructuras sociales y Estatales quebrantadas.
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