¿Y cuál es la alternativa al plan fiscal o a cualquier otro aumento de impuestos? Que fácil hablar paja.
El déficit fiscal es un 5% del PIB y una reducción drástica del gasto público puede afectar a muchos sectores (educación, salud, infraestructura, emplleo). Después no se quejen. Hoy salió en La Nación un artículo serio y no partidario.
¿Nos oponemos a la reforma tributaria? - OPINIÓN - La Nación
Adrián Torrealba Navas exdirector de tributación 12:00 a.m. 15/01/2012
Está en la naturaleza humana oponerse a las reformas tributarias, esta que se discute o aun una diseñada por Dios mismo. Tanto, que el artículo 105 de la Constitución Política prohíbe el referéndum para esta materia. Poco importa la tendencia explosiva de la Hacienda Pública costarricense, con 5% de déficit fiscal en relación con el PIB y que, según anuncia el propio Banco Central, podría superar el 10% en 2014.
Asumimos que la cosa se puede remediar reduciendo gasto, pero cerramos los ojos a que recortar los gastos a un nivel tal que detenga el desastre obligaría, casi sin duda, a recortes gruesos en educación, empleo público, inversiones básicas para el propio crecimiento económico, y cosas de ese talante. Hacer reingeniería en todo el gasto público es empresa necesaria, pero ello lleva tiempo y sus resultados para aliviar la presión del déficit son inciertos.
Hay quienes aceptan, ante esta situación, que el país requiere una reforma tributaria, pero se oponen a la que está planteada, adornándola de toda clase de epítetos despectivos. ¿Es tan mala esta reforma, para merecer esto? Más bien, me parece evidente que contiene una profunda revolución del sistema actual, incorporando muchas de las reformas que desde hace años se vienen apuntando como necesarias.
Con todo, de aprobarse, y sin exagerar, implicaría el cambio más ambicioso de nuestra historia en los impuestos llamados a ser los pilares de cualquier sistema tributario. Veamos.
El impuesto de ventas: Hoy es un Impuesto al Valor Agregado (IVA) a medias e imperfecto y la reforma apunta a alinearlo con la exitosa receta internacional del IVA. La idea central es ampliar el gravamen a todos los servicios y no solo gravar una lista cerrada de ellos –como es hoy–. Se amplía el criterio para el reconocimiento del crédito fiscal, pasando de la deducción física a la deducción financiera, de modo que todo impuesto que se soporte en las compras necesarias para producir bienes y servicios gravados sea deducible. Esto evita acumulaciones en los precios que hoy se producen. Se limita el impacto de las exenciones por ventas locales no permitiendo el crédito fiscal sobre las compras necesarias para producir el bien o servicio.
Las razones: a) recaudatorias, pues la economía costarricense ha crecido en las últimas décadas en el sector servicios, por lo que es incoherente no gravarlos; b) equidad, pues el 80% de los servicios los consume el 20% más rico de la población, por lo que gravarlos es una medida progresiva en relación a lo que tenemos; c) el IVA se aplica hace mucho, de manera exitosa en muchos países, por lo que habría que dar razones muy poderosas de por qué aquí no funcionaría, cosa que nadie ha hecho con seriedad; d) las exenciones terminan beneficiando mucho más a los más ricos en términos absolutos, por lo que controlar su impacto es correcto; e) el impacto del impuesto en términos de inflación, según el BCCR, será totalmente pasajero, contribuyendo a un control de la inflación en el mediano y largo plazo.
El impuesto de renta: La reforma propone gravar rentas que hoy no pagan, como las ganancias de capital por venta de activos de todo tipo, típicas de los sectores de mayores recursos. Además, se hace más global y, por tanto, más equitativo, a nivel de la tributación de las empresas y profesionales, incorporando en una base imponible todas las rentas empresariales y profesionales, así como las rentas de capital y ganancias de capital de activos, tangibles e intangibles, afectos a la actividad lucrativa.
La existencia de un impuesto especial sobre rentas y ganancias puras de capital –no relacionadas con la actividad lucrativa– a una tarifa del 15% va a tono con la tendencia internacional moderna de los impuestos duales, que buscan que la tributación del ahorro (capital) sea competitiva y no provoque fugas indeseadas.
Asimismo, se busca gravar las rentas pasivas de capital que se obtienen del exterior, si bien condiciona la tributación a su ingreso efectivo al país, sin que baste el devengo. Esto pudo ser mejor para quienes abogan por un concepto amplio de renta mundial, pero sin duda lleva a que los signos externos de riqueza manifestados localmente por ahorro externo empiecen a ser gravables, a diferencia de lo que hoy ocurre.
Todos estos son cambios que hacen pagar más a los que más tienen.
También destaca la introducción de elementos modernizantes como la normativa de precios de transferencia, subcapitalización y reorganización empresarial. Y se introduce un sistema generalizado de retenciones a cuenta para mejorar su recaudación.
Cierto que en la discusión inevitablemente se ha ampliado el ámbito de las exenciones y reducciones de tarifa en el IVA, lo que ha mermado el rendimiento esperado de la reforma de 2,5% del PIB a 1,5%.
Algunos sostienen que no debería entonces aprobarse nada y seria mejor esperar otro futuro e incierto proceso de reforma. Esto me parece poco sensato, porque la dinámica del déficit es creciente y la reforma actual la controlaría, limitando el crecimiento de la deuda, haciéndola más manejable.
Pero, bueno, hay que oponerse, porque está dicho: a nadie –me incluyo yo– le gusta pagar impuestos'
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